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8M Por Javier González Cuando el 8 de marzo los medios de (in)comunicación masiva dediquen sus "costosos" minutos a conmemorar el "Día Internacional de la mujer", lo harán intentando "naturalizar" no sólo las implicancias históricas de la fecha, la lucha de las trabajadoras de Chicago y su posterior asesinato por parte de los capitalistas y sus socios: gobernantes, policías y jueces; sino también aquellas desigualdades que se pretenden superadas o "a superarse" dentro del capitalismo. El sistema capitalista terminó de moldear a la familia sobre la base del patriarcado. Miles de hombres fueron expulsados de la tierra e incorporados como manadas a las fábricas que -por aquellos primeros años de la Revolución Industrial- comenzaban a revolucionar la sociedad y el paisaje. La mujer pasó a ser -básicamente- la garante de la reproducción de la mano de obra barata, la fabricante de asalariados, la paridora de obreros. Bendecido y sacralizado su rol por la Iglesia, fue confinada a negar su existencia, sacrificar su propia vida a fin de llevar adelante su sacro rol de madre paridora. Las mujeres obreras, que en esos comienzos resultaban una minoría, no eran -en absoluto- relevadas de "sus tareas hogareñas".
De aquí su doble condición de explotada, naturalizada hasta nuestros días. El feminismo liberal Cuando la Revolución Francesa consagró los derechos universales del hombre sobre la base de la consigna liberal "Libertad, igualdad, fraternidad", lo hizo concibiendo al hombre como sinónimo de "ser humano" y desde una visión metafísica alejada de las particularidades y contradicciones de la realidad. Sobre esta base se organiza la ideología del progresismo: la utópica idea de igualdad sin salirse de los marcos de una sociedad desigual. Sobre esta base se organiza también el sustento ideológico del llamado "feminismo liberal". El feminismo progresista lucha, por conquistas como la del llamado "cupo femenino" porque no persigue otro objetivo que una falsa igualdad jurídica sin salirse de los marcos del capitalismo y la legalidad burguesa. La sucesión de conquistas se concibe como una sumatoria acumulativa en línea recta que conduce a ese fin. Esta perspectiva lleva, por ejemplo, a la periodista Silvia Pesce (La discriminación autóctona, "Mujeres entre la globalización y la guerra santa", Le Monde Diplomatique) a lamentar: "A su medida, Mary Tehan era hasta hace muy poco en Argentina lo que para Estados Unidos es Carline Fiorina, la presidente mundial de Hewlett Packard, o Jill Barad, que llevó las riendas de Mattel, fabricante de las muñecas Barbie. Pero en Buenos Aires esta ejecutiva nunca fue la cara visible de las empresas en las que se desempeñó. Era la cabeza detrás del trono en el Banco Boston, en Philips, Whirpool o en el Correo hasta que fue reemplazada por Guillermo Baistrocchi en su último puesto de Directora. Tehan revista hoy como asesora externa de la misma empresa. Y ahora sí que sobran los dedos de la mano para contar cuántas mujeres ocupan puestos claves de dirección en Argentina". Como se habla de "hombre" en abstracto, el feminismo liberal habla de "mujer" en abstracto, sin tener en cuenta diferencias de clase, etnias, culturas, elección sexual, etc., es decir, sin las particularidades y contradicciones que reviste la realidad. ¿Que podría unir, entonces, las luchas de las empresarias argentinas o suecas por su reconocimiento como explotadoras en un "mundo de hombres" con la condición de explotadas y humilladas de las mujeres que con sus hijos a cuesta habitan hoy los semáforos de las avenidas santafesinas? El marxismo machista El marxismo más ortodoxo reduce toda la problemática a la abolición de las clases sociales. Las luchas emprendidas por las trabajadoras eran cuestionadas como "reformistas" o "desviaciones pequeño-burguesas" cuando se inclinaban hacia "particularidades". En "La Revolución traicionada", un Trotsky determinado por su contexto decía: "...ni el "todopoderoso" parlamento británico, ni la más poderosa revolución pueden hacer de la mujer un ser idéntico al hombre, o hablando más claramente, repartir por igual entre ella y su compañero las cargas del embarazo, del parto, de la lactancia y de la educación de los hijos". Pero la perspectiva de género es una construcción social e histórica. Los roles impuestos también, y por lo tanto son modificables y por ende la "educación de los hijos" -entre otras- no es natural o propia de las mujeres sino una construcción social e histórica. No obstante la supuesta igualdad entre hombres y mujeres hacia el interior de los partidos marxistas, supo también (y sabe) de historias de discriminación y marginación. Cabe reflexionar -entre otras- sobre revolucionarias como Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo, a las que nunca se valoró en su justa dimensión de militantes e intelectuales. Una doble lucha La condición de doble explotación de la mujer supone también una doble lucha. La lucha contra el capitalismo es también una lucha contra el orden patriarcal. Es también una lucha contra la violencia cotidiana a la que es sometida aún incluso dentro de la clase que está "llamada a ser la sepulturera de la burguesía" para el marxismo dogmático. La violencia, la degradación, está presente en la vida cotidiana de millones de trabajadores y trabajadoras y no se traduce sólo en golpes y violaciones, sino también en la naturalización de roles. En la construcción del capitalismo utópico kirchnerista se depositan las esperanzas -y se ven los límites- del progresismo y el "feminismo liberal". La inclusión de mujeres en los aparatos del estado, aún cuando representen -sólo en cierto sentido- un avance, no alcanzan ni mucho menos a ser una solución al problema. La utopía de integrar luchas de mujeres explotadoras y explotadas no conduce sino a un inofensivo reformismo, a subordinar esta lucha a las perspectivas del reformismo burgués y a una perpetuación de lo existente. La lucha del llamado "feminismo socialista" no debe estar subordinada a una perspectiva "etapista" (primero luchemos por abolir las clases sociales, luego habrá tiempo de discutir las particularidades de género, étnicas, culturales, etc.) sino que debe ser parte protagónica dentro de una perspectiva de lucha anticapitalista y por ende antipatriarcal. Por lo tanto no debe reducirse a una cuestión de "reivindicaciones de mujeres" sino que debe ser asumida tanto por mujeres como hombres. Sólo un profundo conocimiento del sistema capitalista nos llevará a la necesidad de cuestionarlo y subvertirlo. ![]() Comentá esta nota |
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