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El capitalismo utópico

Por Miguel Espinaco

     En realidad es bastante sencillo. La cuestión es olvidar algunos parámetros, desconocerlos puntillosamente, hacerlos a un lado. De ese modo, cualquier cosa puede sonar aceptable, lógica, creíble.

     Si uno omite la ley de gravedad, por ejemplo, puede probar que las cosas bien pueden caerse para arriba, si prescinde de la ley de conservación de la energía, puede presentar planos detallados de una máquina de movimiento perpetuo, si decide no tomar en cuenta las pruebas de la historia puede prometer un futuro próspero en medio del mundo del capital.

     El discurso del Presidente Kirchner ante la Asamblea Legislativa en la Apertura de las 122º sesiones ordinarias del Congreso,
volvió a mostrar que una buena oratoria puede hacer olvidar esas omisiones, mucho más todavía si el orador cuenta con un público esperando ser ilusionado, con una platea que después de años de fracaso, quiere a toda costa ser convencida de que ahora cambio se escribe con ka.

     Digamos sólo al pasar que, para hacer honor a lo que se acostumbra en este tipo de eventos, el Presidente se dedicó a repartir señales, promesas y declaraciones de buenas intenciones a diestra y siniestra. Les recordó a los trabajadores que "no pagaremos a costa de que cada vez mas argentinos vean postergados su acceso a la educación, la salud, la vivienda, el empleo decente". Y a los usureros de la deuda, los tranquilizó afirmando que "no somos el proyecto del default".

     Más allá de esto, es interesante intentar un primer análisis de las definiciones más estratégicas que tuvo el discurso de Kirchner, en el que aparece sistematizado un ideal de capitalismo que ya fracasó, que ya lleva casi dos siglos de "deja vus" pagados con creces por la humanidad.

     Hemos tomado siete párrafos que nos parece resumen el ideario del capitalismo utópico que Kirchner pregona, para señalar las deliberadas omisiones lógicas que lo hacen sonar interesante, "racional" - como le gusta decir al Presidente Kirchner - para intentar sacar a la luz las falsedades ocultas.

UNO: Los países normales

Si hubiéramos hecho capitalismo en serio, podríamos haber construido un país normal. No nos hubiéramos endeudado hasta la exageración y no hubiéramos permitido que nuestros hermanos cayeran en la indigencia y la exclusión.

     ¿Los países normales no están endeudados hasta la exageración? ¿no han enviado hermanos a la indigencia y la exclusión? ¿Cómo se mide la "normalidad"?

     Si hubiéramos hecho capitalismo en serio, dice Kirchner, no andaríamos tan mal, pero ocurre que el capitalismo reina en todo un mundo en el cual la mayoría de los países están tan mal o peor que Argentina. Inclusive en los países en los que mejor se vive en promedio, hay gigantescas masas indigentes y excluidas (sin ir mas lejos los homeless en Estados Unidos).

     El planeta que hace "capitalismo en serio" goza hasta de un continente totalmente excluido - África - y en los últimos meses hemos sido anoticiados por los medios masivos, de cómo se vive en países tan normales como Haití y Bolivia.

     El problema, la omisión en la que se basa esta categoría de los supuestos países normales - "norma" tan poco habitada que más bien parece la excepción - es el hecho de que tiene que haber deudores para que haya acreedores y de que tiene que haber países pobres para que haya otros ricos que les exporten sus contradicciones.

DOS: El proyecto nacional

Para levantar esta Argentina que no queremos postrada lo primero que debemos reclamarnos es sinceridad, racionalidad y verdad. Así podremos encontrar el modo y el lugar en que conjugando las diversas verdades relativas y atendiendo los mejores intereses, los argentinos nos sintamos parte de un mismo colectivo, de un mismo proyecto, de un mismo país.

     Decíamos en otra nota hace unos días que "la verdad es que resulta muy difícil pensar una causa común que una a Pagani - el empresario de Arcor - con cualquier desocupada que se suma al corte con su hijo en brazos, a los que se llenan los bolsillos exportando soja - mientras destrozan el suelo para la posteridad - con el obrero que hace horas extras para parar la olla, a los políticos que hablan por televisión, con cualquier maestra de cualquier segundo grado, a los banqueros compensados, con los inundados de Santa Fe." Podríamos intentar precisar aún más este tema.

     Para maximizar sus ganancias, los poseedores de capital quieren hacer trabajar más al prójimo por menos plata, de esa forma se quedan con una mayor porción de su trabajo (que después se reparten como utilidades, intereses, grandes sueldos de políticos y coimas). El pobre prójimo, en tanto, pretende quedarse con la mayor parte de lo que produce, que él recibe como salario. ¿Como hacemos, señor Presidente, para conjugar las "diversas verdades relativas"?

TRES: El estado neutral

Nuestra convicción nos impone tratar de servir al interés del conjunto por sobre los intereses sectoriales o de partido, poner el bien común por sobre los intereses individuales y trabajar para la solución de los males que padecemos (..) Un país normal en el que impere un tipo de seguridad jurídica que motorice los derechos constitucionales en su totalidad. Lo repetimos una vez mas, con seguridad jurídica para el capital y también para el trabajador y el consumidor.

     No es nada nuevo. Es la "convicción" que vienen repitiendo todos los que manejaron cualquier estado, el de "poner el bien común por sobre los intereses individuales". Pero ocurre que el estado no es ni puede ser neutral en una sociedad que vive afirmada sobre la contradicción capital trabajo. El que tiene plata es más dueño de la justicia - aunque todo fuera legal - porque tiene el tiempo para seguir los repliegues tribunalicios y los abogados para seguirlos paso a paso y las relaciones para llegar a tiempo. El que tiene plata es más dueño de las leyes porque tiene el poder de los lobbies y las influencias. El que tiene plata es más dueño de la opinión pública porque tiene los medios para formarla (o mejor dicho para deformarla).

     Y el que tiene plata - mal que le pese a los defensores del ideal utópico que defiende Kirchner - tiene la posibilidad de fabricar a los políticos que dirigen el estado, de maquillarlos y peinarlos para presentarlos en sociedad, de darles el poder de hablar en nombre de un estado que siempre pretende aparecer como neutral. Pero ya se sabe.

CUATRO: El neoliberalismo nacido de un repollo

El modelo de concentración económica, señoreo de los intereses especiales, corrupción hasta límites inimaginables, destrucción del sistema productivo y de la actividad industrial, elevada exclusión social, cimentado en un impresionante endeudamiento, demostró con toda su crudeza la carencia de propia sustentabilidad y cayó estrepitosamente.

     Kirchner, como todos los que critican al llamado modelo neoliberal sin criticar al mismo tiempo al capitalismo que lo parió, habla como si la concentración económica, la corrupción y la destrucción del sistema productivo, hubieran nacido de un repollo. Omite que si pudo hacer pie la crítica al llamado estado benefactor, fue porque ese estado se había convertido en coto de caza de los empresarios que lo vaciaron (Siemens a Entel, los "incobrables" a los bancos estatales, la "patria contratista" a casi todos).

     Y se olvida, claro, que el neoliberalismo fue una respuesta a la baja de la tasa de ganancias del capital en el mundo, no la idea equivocada de algunos políticos equivocados. Fue el capital (multiplicado en aquel capitalismo "serio" que ahora quieren resucitar) el que necesitó expandirse mercantilizando todo y el que necesitó deudores a los cuales enchufarles sus excedentes financieros que reclamaban utilidades a cualquier costa.

CINCO: La movilidad social ascendente

La recuperación de la educación es instrumento principal para recuperar la perdida movilidad social ascendente. Nuestra economía debe orientarse centralmente a crecer y reinstalar la movilidad social ascendente que caracterizó a la Argentina.

     Y entonces, ascendiendo en la escala social, todos seríamos felices y comeríamos perdices. El pequeño detalle que deshace la aparente racionalidad del deseo presidencial, es que la movilidad social está limitada en el hecho de que hacen falta trabajadores. Aquella vieja frase de Adelina de Viola - "queremos más propietarios y menos proletarios" - tenía la pequeña falla de que si todos fuésemos propietarios ¿quién trabajaría por nosotros para que nosotros no tengamos que sufrir la condena del trabajo?

     Justamente, el neoliberalismo puede verse a nivel histórico, como el exitoso intento patronal de limitar el ascenso en la escala social que habían arrancado los trabajadores durante la posguerra, limite necesario para deprimir el salario global y recuperar tasas de ganancia aceptables.

SEIS: Los derechos humanos

El respeto de los derechos humanos nos debe también con la actualidad y con el futuro, con el país que queremos construir, con el país que nos merecemos. El respeto a los derechos del otro debe ser una característica de la vida diaria en nuestra Nación. Debe pasar a ser tema central de nuestra cultura en todos los ámbitos de acción.

     La burguesía naciente del primer capitalismo hizo su revolución diciendo libertad, igualdad y fraternidad, pero los derechos del otro se estrellaron casi siempre contra el derecho del uno. ¿Derecho a despedir pagando indemnización o derecho a tener trabajo? ¿Derecho a consumir lo necesario o derecho a fijar los precios libremente? ¿Derecho a cortar rutas para reclamar o derecho a usar las rutas para el libre desplazamiento de mercaderías y mano de obra?

     Lo que nos hace olvidar Kirchner es que el asunto no es un "tema central de la cultura" sino un conflicto insoluble para el paradigma vigente que se llama capitalismo.

SIETE: El Capitalismo serio

Nuestra estrategia para enfrentar y solucionar este problema debe ser la de construir en nuestro país capitalismo en serio. Capitalismo con reglas claras en las que el Estado cubra su rol con inteligencia, para regular, para controlar, para estar presente donde haga falta mitigar los males que el mercado no repara. Un Estado que ponga equilibrio en la sociedad y que permita el normal funcionamiento del país. Capitalismo en serio donde no imperen los monopolios y donde se evite la concentración que ahogue la iniciativa de los pequeños y medianos emprendedores. Capitalismo en serio donde se proteja al inversor y también al consumidor, con marcos regulatorios explícitos y transparentes y organismos de control que cumplan su rol. (...) Capitalismo con reglas claras en las que el Estado cubra su rol con inteligencia, para regular, para controlar, para estar presente donde haga falta mitigar los males que el mercado no repara. Un Estado que ponga equilibrio en la sociedad y que permita el normal funcionamiento del país.

     El capitalismo serio podría ser tomado realmente como cosa de broma. El estado benefactor que fue - el del peronismo en la Argentina, como ejemplo particular y con particularidades - el que mitigaba algunos de "los males que el mercado no repara", se estalló contra la racionalidad neoliberal que necesitó convertir todo en mercado. Cuando llegó ese momento, nos enteramos que los organismos de control eran de los supuestos controlados, nos enteramos que los monopolios eran un devenir natural de la lógica capitalista, que el estado era muy inteligente, pero que su inteligencia estaba al servicio de unos pocos, que el inversor y el consumidor (el trabajador cuando va al supermercado) eran sujetos opuestos y que no había otra, uno ganaba a expensas del otro.

     El capitalismo con reglas claras solo cabe en la imaginación, porque las mismas reglas son producto de una tensión entre los que trabajan (o necesitan trabajar) y los que viven de ese trabajo sin mover un dedo.

     Los que compran este discurso - cansados ya de andar de fracaso en fracaso, nostálgicos de un tiempo que fue menos peor - están comprando una utopía, una fórmula de alquimistas para atrapar a incautos.

     Los que lo venden - como Kirchner - están vendiendo espejitos de colores para reconstruir el mismo viejo capitalismo responsable de este país y de este mundo, que heredamos en el siglo XXI.



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