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Seguro & Delfina

    Hérase que debiera haber habido cuatro amigos especiales. Reinaldo, paralítico sin resentimientos, Aníbal, mudo, Héctor, sordo y Felipe, ciego. Ninguno de ellos era la voz del que no tenía voz, ninguno era los oídos del que no escuchaba, ninguno era los ojos del ciego y nadie caminaba por Reinaldo. Cada uno cargaba con sus dificultades con dignidad y entereza. Eran amigos porque sí, la vida los había juntado y el viento de los tiempos que corren los mantenía unidos.

    Deportes hay muchos, deportes para todos, hay muy pocos. El truco es un deporte para todos, los cuatro amigos especiales jugaban al truco con arte y alta picardía. Felipe era ciego, pero un recurso simple basado en el sistema Braille le posibilitaba reconocer los naipes. Los partidos transcurrían en una atmósfera distendida y silenciosa, las señas se hacían pero de otra forma.

    Un día, mientras jugaban, bajó un plato volador, de la nave descendió un marciano, se acercó a la puerta de entrada y tocó timbre, le fueron a abrir y entró. No hubo pánico ni recargada sorpresa. El extraterrestre les explicó que formaba parte de una avanzada de reconocimiento. El tipo venía a ver que onda. Los cuatro amigos le pintaron el panorama con pinceladas de poesía, sin bronca, sin escepticismos vanos. El alienígena se emocionó de tal forma que a modo de agradecimiento les ofreció la cura definitiva a sus males, el sordo, el ciego, el mudo, y el paralítico le explicaron con la misma amabilidad que ellos no estaban enfermos en absoluto. El extraplanetario se fue visiblemente impresionado. El informe que llevó a su planeta todavía se está discutiendo y los cuatro amigos especiales siguen siendo amigos. El resto del mundo, bien, gracias.

Libertad a Seguro


    En el reparto de cerebros a Jesús Ortiz de Zárate le tocó un cerebro de segunda selección. El pobre tenía dificultades para entender como funcionaban la mayoría de las cosas. Jesús poseía una sola virtud, reconocía casi todas las palabras y sabía como combinarlas. Escribía como un relojero, componía con piezas de verba precisa. Sus cuentos eran perfectos pero carecían de alma.

    Le aconsejaron que tenga una vida más interesante, que viaje, que conozca gente. Pero Jesús no podía, las cuestiones prácticas de la cotidianeidad lo llenaban de angustia, prepararse un café, o trasladarse en colectivo representaban para él una odisea que podía terminar en tragedia. El solo hecho de pensar en un viaje largo le producía terror, Jesús le tenía pánico a casi todos los vehículos, incluso caminar para el tipo se transformaba en una aventura que en la mayoría de los casos terminaba en tropiezos vergonzosos.

    Sus cuentos hablaban de estas cosas. Las instrucciones para tomar mates sin quemarse y tomarlos sin clavarse la bombilla en el ojo se transformaban, pluma mediante, en parábolas, apólogos, ficciones, donde el personaje principal se enfrentaba a feroces enemigos. Alguien que lo quería un poco le sugirió que probara siendo más literal. Jesús probó y le gustó, le gustó tanto que empezó escribiendo un cuento y siguió escribiendo una novela que terminó siendo una enciclopedia inverosímil que enseñaba cosas como atarse los cordones sin darse con el vértice de la mesa en el marulo, o como aplaudir sin golpearse la cara. Jesús Ortiz de Zárate dejó su monumental obra inconclusa. Se prendió fuego cuando intentaba hacerse un huevo duro.

Libertad a Seguro


      23

      El río ya no es el río.
      Uno ya no es uno,
      es el otro, vos, y tu madre,
      y la mía que me parió así,
      así me aferro a lo que quiero,
      así me quedo con vos,
      así me embarazo,
      me deformo,
      me transformo.
      El río ya no es el río
      y yo me siento un ánfora.

      18

      La luna recortada al medio por un cable.
      La luna enmarcada por un halo de niebla
      partida al medio por un cable
      rodeada de un aura de niebla
      entre las ramas de un árbol a medianoche.
      La imagen.
      La palabra.
      Casi nada.
      Labor sin valía.
      Salegratis.


      Delfina Contreras. Del libro inédito "Una pileta llena de que."



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