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Aproximación investigativa - Tercera entrega Repsol - YPF y la "crisis del gas" Por Enzo Vicentín El teatro En Enero el tema del gas natural en Argentina se hablaba en los despachos de la comisión renegociadora de tarifas o en los encuentros que Kirchner tenía en España con empresarios. En los últimos cuatro meses los argentinos pasamos a hablar del gas natural recurrentemente, por muchos motivos. Podríamos decir que este salto a la escena pública de la problemática del gas natural en sus distintos aspectos se asemejó a "levantar el telón" en un teatro. Ya que mientras el telón estaba bajo los actores de la obra hablaban sin miradas ni presiones extrañas del público, pero resulta que el telón se levantó durante las conversaciones en voz baja y entonces los actores del negocio tuvieron que improvisar sus guiones y sus excusas para explicarle al público que la obra iba a salir un poco fea, y le pidieron al mismo público que los ayude en la solución de sus problemas para que la cosa funcione mas o menos. Esta metáfora teatral sirve y mucho a la hora de comprender la realidad que ahora sufrimos, pero que viene desde la brutal privatización de los hidrocarburos y el gas argentino a principios de los '90 y de la rapiña que las empresas privadas hicieron sobre los recursos sin invertir casi nada. Y cuando hablamos de empresas en estos sectores debemos hablar principalmente de Repsol-YPF. Repaso Antes de comenzar a hablar de la "crisis del gas" que tanta prensa han tenido últimamente quisiera retomar aportes de entregas anteriores de esta investigación sobre Repsol-YPF para echar un poco de luz sobre el proceso que la industria del gas natural ha experimentado desde su privatización hasta la fecha, aportes que sirven como marco, como encuadramiento para entender la actual problemática. La primera cuestión que sirve a este propósito es explicar las diferencias entre la privatización de YPF y la de Gas del Estado. Habíamos dicho ya que en los decretos que Menem firmó en 1989 para comenzar a desprenderse de las empresas estatales, figuraba ya la idea de desregular los mercados para "favorecer la competencia" (clásico argumento liberal). La privatización de YPF siguió esa línea claramente: tanto la exploración y producción, como el transporte y la comercialización del petróleo y sus derivados se desregularizaron por completo; esto significó abrir el mercado para que cualquier empresa privada que quisiera invertir lo haga sin restricciones de ningún tipo. La consecuencia de este mercado desregulado ya la vimos: primero la YPF privatizada se quedó con la mitad del mercado gracias a las concesiones en yacimientos e infraestructura que heredó de la etapa estatal; luego Repsol, que ya tenía parte de Astra, se quedó con un porcentaje aun mayor que el controlaba en el mercado la YPF privatizada, y luego con la estructura de empresas que describimos en la segunda entrega terminó de consolidar su posición dominante en toda la cadena productiva. En cambio la privatización del gas natural no siguió el mismo camino de la desregulación: la cadena de producción fue sectorizada en tres partes cuyas divisiones fueron establecidas en la privatización y desde allí siguen intactas.
Anteriormente ya habíamos hablado sobre las ventajas que consiguieron las empresas petroleras en materia legal, como son la libre disponibilidad del 70 % de las divisas provenientes de las exportaciones o las reducidas retenciones a las exportaciones de gas y petróleo en comparación con otros bienes que se exportan (esto ha sido recientemente retocado por Lavagna, subiendo las retenciones). En el párrafo anterior mencionamos la modificación en la ley de privatización de Gas del Estado para que una misma empresa pueda participar en más de un sector de los tres en que se dividió la industria. Pero esto no fue todo. Voy a citar brevemente dos mecanismos fijados al momento de la privatización que estuvieron diseñados a medida de la ganancia empresaria: el "pass through" y el índice PPI. El mecanismo del "pass through" permitió a las empresas distribuidoras transferir automáticamente a las tarifas finales de los consumidores los aumentos registrados en el precio de compra del gas. Esto significó que cualquier aumento en la producción o en el transporte del gas se trasladaba a los usuarios porque las empresas distribuidoras, gracias a este mecanismo, estaban autorizadas para no absorberlos. Obviamente la pesificación y posterior congelamiento de tarifas dejó al "pass through" sin aplicación, y hoy las empresas distribuidoras argumentan que por eso han perdido plata después de la devaluación (hecho que no es cierto). Ese "truco" para cargarles los aumentos a los consumidores, como siempre pasa, tenía otro elemento más sorprendente aún: la aplicación del índice PPI. Este es un índice que tiene que ver con el promedio de precios industriales de Estados Unidos (PPI significa Produce Price Index). Es decir que las tarifas cobradas por las empresas distribuidoras de gas en Argentina se indexaban según la inflación de precios mayoristas...¡¡de EE.UU.!!, y no de Argentina. ¿Cuál era el fin de esto? Que con la convertibilidad, Argentina se había convertido en una economía deflacionaria, mientras que en EE.UU. la economía durante los '90 era claramente inflacionaria, entonces las tarifas podían aumentar independientemente de los costos nacionales, que estaban en deflación. ¿Por qué acá se optó por ese sistema, que se aplica en economías inflacionarias, mientras acá había deflación? La respuesta sería: Menem lo hizo. Con una estructura que funcionaba cartelizada y con beneficios extras como los descriptos anteriormente las empresas privadas que se distribuyeron el negocio del gas en Argentina ganaron fortunas. "En la década pasada la rentabilidad de las empresas gasíferas fue del 17 por ciento en promedio (11 por ciento las distribuidoras, 38 por ciento las transportistas) mientras en el mismo lapso las restantes 200 empresas más grandes del país tuvieron un margen de utilidad sobre ventas promedio del 4 por ciento. El 80 por ciento de esos beneficios se distribuyeron entre los accionistas y salieron del país, mientras las inversiones se realizaron mediante endeudamiento, que las empresas intentaron después de la devaluación endosarle al Estado" (fragmento de una nota de Pagina 12). A ese carro de la ganancia escandalosa se subieron todos: Techint, Pérez Companc, Sempra Energy (EE.UU.), Total-Fina-Elf (Francia), Italgas y Camuzzi (Italia), Repsol-YPF, la quebrada Enron (EE.UU.) y hasta las AFJP, que invirtieron en Camuzzi Pampeana por ejemplo. Ganaron fortunas, se endeudaron en dólares en el exterior y no invirtieron casi nada (como dato, el nivel de reservas de gas - que mide el tiempo de producción que les queda a los yacimientos en explotación - bajó de 30 años en el momento de la privatización a 13 años en 2003). Una postal de las privatizaciones en este país. "Crisis" Hoy resulta que al parecer falta gas. ¿Falta gas? Pensemos en dos respuestas diferentes: si y no. Si realmente hoy falta gas, eso es la consecuencia de años sin inversiones en exploración y explotación de pozos nuevos, años sin construir gasoductos nuevos o mejorar los ya existentes, años de juntar la guita "en pala" y llevársela al exterior. En Enero nadie hablaba de que iba a faltar gas en invierno. Kirchner, que había heredado las renegociaciones de contratos inconclusas del gobierno de Duhalde, se llenó la boca hablando de seguir con el procedimiento de audiencias públicas para discutir los aumentos de tarifas. Hasta Diciembre del año pasado habló de eso; en Febrero abortó las audiencias y sacó por los decretos 180 y 181(rompió récords en su primer año de gobierno) un aumento del gas natural para industrias y grandes comercios. En el medio de esos dos meses encontramos dos hechos significativos: la reunión de Lavagna y Horst Kohler en Miami y el viaje de Kirchner a España. En ese viaje Kirchner, que se reunió con muchos empresarios, estuvo una hora y media hablando con Alfonso Cortina, presidente de Repsol-YPF. Cortina le prometió inversiones pero le reclamó un aumento para el gas natural en boca de pozo (en Febrero estaba en 0.6 centavos de dólar y Cortina le reclamó llevarlo a 1.5 dólares). Kirchner volvió y decretó el aumento, y de a poco Cortina consigue el aumento (de los 0.5 dólares por millón de BTU que se pagaban el año pasado, hoy el promedio ya está por arriba de los 0.9 dólares, gracias a los contratos firmados entre las productoras y las industrias, que Repsol reconoce como principal causa del aumento en su informe de actividades del primer cuatrimestre; dolarizar el precio interno es la meta, y eso es llevar el precio a 1.5 dólares por millón de BTU para el 2005), pero con el nuevo marco regulatorio de la industria que propuso el presidente el cartel entró en crisis. ¿Por qué? El decreto de Kirchner decide, además de aumentarle las tarifas a las industrias y grandes comercios, que algunas industrias que tenían suministro de gas ininterrumpible pasen a la categoría de "interruptible". Con eso, las industrias que hoy quieren asegurarse gas constante para producir no deben firmar contratos con las distribuidoras, sino con las productoras de gas natural. Entonces quiénes se benefician con esto: las grandes productoras como Repsol (principalmente), Petrobrás y demás petroleras. ¿Quiénes se perjudican?: las transportistas y las distribuidoras (y subdistribuidoras como lo son algunas cooperativas), porque los contratos entre las industrias directamente con empresas productoras las deja fuera sin porcentaje alguno de negocio; además las industrias en los contratos firmados últimamente comienzan a pagar tarifas de gas natural a precio desregulado, cada vez mas caro. Se ve entonces cómo hoy los sectores del gas ya no están funcionando como una corporación sino que a partir de las presiones de esta coyuntura de crisis los que hacen el negocio ya no son todos. De las fisuras que están surgiendo entre los sectores, Repsol y otros ganan, y Camuzzi o las compañías francesas pierden. Pero a la pregunta sobre si falta gas le cabe otra respuesta: no. ¿Cómo se sabe que falta gas? ¿Quién dice que el gas escasea? La pregunta parece tan estúpida que no parece que valiera la pena preguntársela. Pero veremos que no. Las privatizaciones de YPF y de Gas del Estado fueron terribles no solo por lo irrisorio del precio pagado por las privadas. El carácter brutal de estos procesos se manifestó más claramente en que Argentina privatizó hasta los mismos datos que contaba sobre los recursos naturales en cuestión: gas y petróleo. Es decir que se privatizó toda la información del suelo, de las cuencas productoras, de los niveles de producción, etc. Esto no pasó en ningún país del mundo, sólo en Argentina. Como si fuera poco, hasta el mismo museo histórico de YPF, ubicado en Comodoro Rivadavia, quedó en manos de Repsol-YPF, así que hoy no se puede acceder al archivo de la antaño empresa estatal petrolera argentina sin tener el permiso de Repsol, algo realmente increíble. Los gobiernos argentinos de Menem para acá no cuentan, entonces, con datos de primera mano acerca de cuánto produce Repsol, cuánto explora, cuál es el nivel de reservas, etc. Por lo tanto las cifras que hoy se manejan provienen todas de parte de las compañías privadas. La pregunta sería: ¿podemos confiar en lo que nos dicen Repsol y el resto de las productoras de gas? Sería mejor que desconfiemos, porque además tenemos datos que nos sugieren eso: Repsol exportó gas a Chile (a precio dólar) en el 2003 sin ningún problema para abastecer al mismo tiempo la demanda interna; hoy dice que no puede aumentar la producción (lo estimado para satisfacer el aumento en la demanda interna) sin dejar de mandar gas a Chile, cuando entre el 97 y el 2003 la producción y la exportación aumentaron sin parar: en 1997 se exportó gas natural por un monto de 25 millones de dólares, lo que representaba menos del 2 por ciento de la producción total. En 2003, las exportaciones de gas ascendieron a 340 millones de dólares, correspondientes al 13 por ciento de la producción (fuente: Página 12). Repsol dice entonces no poder producir aunque sea ese 13 % que se lleva Chile pero que hoy reclama el mercado interno cuando si lo pudo hacer y con creces durante los años anteriores. Por lo tanto es la empresa, junto a las demás productoras de gas, la que dice "falta gas", y todos lo toman como algo verdadero sin hacerse la más mínima reserva. Lo que es aún mas grave, es que haber privatizado el banco de datos de YPF no permite hoy retrucar esas cifras ni siquiera con una auditoria. El gobierno nacional no tiene idea de cuánto petróleo y cuánto gas se produce en Argentina. Y esto lo dice hasta el propio canciller Bielsa cuando hace poco estuvo en México reunido con la canciller de Chile: Bielsa "explicó que desde que se desató la crisis se buscó tener certezas de cuánto combustible se producía, cuánto se transportaba y cuánto se consumía. Por lo que, luego de esos estudios, se iba a poder llegar a un compromiso con algún grado de previsibilidad con Chile" (diario Página 12). ¿Cómo quiere controlar el gobierno a las petroleras si ni siquiera tiene datos sobre la producción? ¿Cómo quiere discutir sobre la "crisis del gas" si no sabe si las empresas productoras le mienten o no? Esto es lisa y llanamente vergonzoso. Pero es entendible. Veamos tres fuentes diferentes para darnos cuenta de que el gobierno nunca irá en contra de los intereses de las petroleras, y menos de Repsol-YPF. En el informe 2003 de esta empresa, se dice: "…de acuerdo con la evolución que razonablemente se espera que tenga lugar de los aspectos señalados anteriormente (léase reestructuración de la deuda pública, reestructuración del sistema financiero y crediticio y renegociación de tarifas de servicios públicos privatizados), los Administradores manifiestan que, en su entendimiento, no es probable que se puedan adoptar medidas o que ocurran hechos que pudieran tener un impacto adverso significativo sobre las operaciones del Grupo en Argentina". Segundo punto: en las negociaciones entre el FMI y el gobierno argentino de marzo pasado el gobierno de Kirchner se comprometió a reducir a partir del año próximo las retenciones a las exportaciones, y allí irán incluidos los recientes aumentos a las retenciones sobre gas o petróleo, es decir, muy probablemente, para el 2005 las petroleras volverán a gozar de los mismos beneficios que vienen teniendo desde la devaluación en materia de exportaciones. Tercer punto: los referentes empresarios de Kirchner. Hace bastante ya que el diario Clarín, en una de sus tantas columnas de conventillo político, publicó algunos nombres de empresarios que se llevan bien con el pingüino sureño. Así decía la nota de Clarín: "Los referentes empresarios de Kirchner se cuentan con los dedos de una mano. Alfonso Cortina, Ramón Blanco y Alejandro Macfarlane, de Repsol; Jorge Brito, por los bancos nacionales, y ocasionalmente Paolo Rocca. En uno de esos encuentros, Kirchner planteó con crudeza: "Apóyenme en este momento difícil. Soy heterodoxo y no me va a temblar el pulso cuando necesiten ayuda". "Mas sucio, echale petróleo" sería la conclusión, modificando el famoso dicho popular. La "pelea del gas" no existe. No hay oposición entre el gobierno y las petroleras. Así que en la problemática del gas natural en el país, que hoy abarca el precio desregulado del gas a boca de pozo, la falta de suministro a las estaciones de Gas Natural Comprimido (GNC) y el delicado problema de las garrafas de GLP (gas licuado de petróleo), se ve claramente que nadie piensa en ir contra los intereses de las petroleras. Quisiera comentar brevemente este último problema, porque muestra con toda crudeza cómo se manejan las empresas y el gobierno. El GLP, o gas de garrafa, tiene un costo de producción muy bajo en relación a otros derivados del petróleo (el petróleo de por si, si se tuvieran en cuenta los costos de producción locales, no podría valer más de 20 dólares el barril, y sin embargo está en 28 o 32, y en 37 a nivel mundial). De los más de 2.000 millones de ganancia operativa que tuvo Repsol en el 2003, la ganancia por GLP solo ocupó el 9 % de ese total. A pesar de que no significa mucho para la empresa ganar un poco más o un poco menos en materia de GLP, en Argentina los precios de las garrafas han aumentado hasta colocar el precio de la de 15 kilos en 30 pesos, y el de la de 45 en mas de 100 pesos. Eso es jugar con la necesidad de 13.461.000 personas, que en Argentina viven de la garrafa para cocinar, bañarse con agua caliente, etc. De esos 13 millones y pico, 10.373.568 son pobres. Lo que hace Repsol es especular con el hambre de los más necesitan. Y ante esto: ¿qué hace el gobierno nacional para evitar este abuso? Abre 600 puntos de venta en todo el país que vendan la garrafa de 15 kilos a 18 pesos, y con restricciones. Eso no solo no alcanza, sino que además es una burla para la gente. En grandes ciudades han habilitado solo 3 o 4 centros de venta, pero además, al estar desigualmente distribuidos los porcentajes de hogares que no tiene gas natural en todo el país, la oferta y la demanda hacen que por ejemplo, una garrafa salga mucho más barata en pleno centro de Buenos Aires (en donde el nivel adquisitivo es medio o alto) que en Corrientes, Chaco o Misiones (donde casi el 100 % de los hogares no tiene gas natural, y donde los niveles de pobreza son mayores). El proyecto de "garrafa social" es un parche insignificante y además mal echo para paliar el problema. La solución parecería estar en subsidiar todas las garrafas en todo el país, como proponen algunos. ¿Pero quien va a hacer eso? ¿Este gobierno nacional que es amigo de las petroleras? El teatro (segunda parte) El telón se levantó cuando los actores estaban negociando. La empresas son las que manejan y manipulan la información, y así como presionan "secando los pozos" de gas natural para lograr dolarizar el precio en el mercado interno, hace poco presionaron también por otro lado dejando sin gas oil a las estaciones por unos días. Repsol dijo "falta gas", y nadie salió a decir que está mintiendo. El Gobierno, presionado por los españoles de Repsol, liberó el precio del gas a boca de pozo y les dio a las productoras el arma para dolarizar el precio interno a través de los contratos con las industrias a precio cada vez mayor. Pero esa decisión dejó a los transportistas y distribuidores fuera del negocio. La corporación del gas se fisuró. Si este caso no fuera suficiente para darse cuenta de que los intereses de las grandes petroleras, especialmente Repsol, son defendidos por el gobierno, veamos lo que pasa con la "garrafa social" o los aumentos en el GNC. ¿Qué más necesitamos para denunciar esta relación privilegiada? ¿Qué más necesita la "oposición" para denunciarlo? ¿Qué más necesitan aquellos periodistas críticos e independientes para informarlo? ¿Qué más necesitan los luchadores sociales para darse cuenta que esto y los '90 son lo mismo? Si cuando los piqueteros quemaron la fachada de Repsol al día siguiente la tapa de los diarios era un comunicado de la asociación empresaria argentina repudiando el ataque. Rompamos con tantas mentiras y con la información de los medios pagados por Repsol. "Que se caiga el teatro, que se les caiga" dicen los Molotov en un tema. Por algo se empieza. ![]() Comentá esta nota |
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