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Colaboración

     Desde que iniciamos este espacio, muchas han sido las colaboraciones, pero hasta ahora eran de personas de carne y hueso. Hoy colaboran con nuestra revista los huesos, es decir los huesos del finado Torres, que desde los albores del siglo pasado nos presenta su colección de verdades socialistas. Entre otras cosas, descubrí porqué la mugre es directamente proporcional a la cantidad de hostias que tragaste en tu vida.

Colección de verdades

Por Juan Torres

Aniversario de un parto justiciero

     Rusia, ese país grande i rico por naturaleza, vivía en la miseria, en la ignorancia i en la opresión más brutal i cínica que recuerda la historia. Los campesinos que producían miles de toneladas de trigo, agobiados por los señores feudales dueños de la tierra, por el clero i por el estado, se veían en la necesidad de comer corteza de abeto. El grado de ignorancia de ese desdichado pueblo está concretado en una cifra: 80% de analfabetos. Para comprender el significado de este dato es necesario recordar que nosotros sólo tenemos 35%.

     La República Arjentina es un país dos veces más capacitado que Rusia; o , si se quiere de otro modo, dos veces menos incapaz que Rusia. El grado de opresión en la enorme estancia de los zares estaba reflejado por las reacciones anarquistas. Los complotes sistemáticos que terminaban en explosiones de bombas de dinamita, eran cosa característica de Rusia. Los mismos terroristas rusos refujiados en Inglaterra, en Suiza o en otros países, no sentían necesidad de emplear sus sangrientos medios de combate. La vida del pueblo ruso era una historia interminable de crueldades i de infamias. Las cárceles más temibles estaban reservadas para aprisionar a los intelectuales que no querían vestir la librea del lacayo. Cientos de literatos, poetas, maestros, sabios i artistas murieron en siberia. Los amos de la enorme estancia rusa temían más a las letras de molde que al cólera: por eso se encontraba allí con más facilidad el cólera que una biblioteca pública.

     Cuenta "Las mil i una noches" que a la orilla de un arroyo se encontraba un hombrecillo inválido, el cual pidió a un joven que lo pasara a la parte opuesta. El jóven aceptó i se lo acomodó a horcajadas sobre los hombros; pero, después, el hombrecillo no quiso bajarse más, i obligaba a su víctima a ir a donde él quería. El paralítico se comía la mejor fruta de los árboles i le daba la peor a su cabalgadura. I con el tiempo se soldaron las carnes de ambos cuerpos.

     Ese símbolo es perfectamente aplicable al pueblo ruso. Los zares cabalgaban hacía siglos sobre la masa de trabajadores analfabetos. Pero un día el jinete se metió, o lo metieron, en un descomunal combate, para salir bien del cual armó previamente a su vieja víctima. Los dos cayeron al suelo, hambrientos i extenuados, i perdida la ventaja artificial del parásito, sucedió lo que era lójico: recobró su libertad la víctima. Sedeshizo con dolor la soldadura. ¿I habrá alguna persona honrada que no sienta placer al ver que triunfó la justicia? ¿Quién puede dejar de recordar con entusiasmo un aniversario que estimula hacia el bien, como el aniversario de la revolución rusa? Únicamente los que viven o aspiran a vivir mediante la explotación del trabajo ajeno.

     Nosotros sentimos la noble satisfacción que inspira el triunfo del derecho, i deseamos de todo corazón que el pueblo que tanto sufrió consiga cuanto antes asegurarse la justicia i el bienestar. Pero este varonil sentimiento no nos impide razonar, ni analizar, ni recordar. I recordamos que, no sólo en Rusia ha dado a luz la justicia, también ha dado a luz en Alemania. Desgraciadamente somos minoría los que razonamos i conservamos la memoria. Para la mayoría del pueblo "revolucionario" no hai nada digno de atención, exceptuando lo que sucede en ese país del que ella no tiene el más mínimo conocimiento. Se encuentra frente a la revolución como el populacho ante los fuegos artificiales: con la boca abierta, exclamando:¡aah,aah,aah!

     Hace tres años que se encuentran muchos creyentes de Lenín con la boca abierta, lanzando aas, como lanzan graznidos los gansos. Ninguno de los pequeños pero fundamentales problemas diarios del rincón donde viven les interesa. Se juntan con más facilidad doscientos pesos para imprimir manifiestos conmemorando la revolución rusa que cincuenta para organizar un mitin de protesta contra el sistema de torturas que usa la policía de Rosario. I es que la incultura es i será siempre así; no ve, no razona, siente: como los enamorados. I los enamorados no le ven defectos al objeto de su amor, aunque sea un monstruo. Más ; se resuelven airadamente contra quien se permite verle defectos o no comparte su admiración. No nos extraña, pues, que los injenuos aludidos nos califiquen brutalmente con los más denigrantes calificativos. Es lo natural. Lo extraño sería lo contrario. Para los que se desayunan con las noticias de Rusia, i almuerzan entre discusiones sobre el mismo asunto i siente un placer de niño con zapatos nuevos poniendo en los cartelitos: "adherido a la 3ra Internacional de Moscú", sin darle la menor importancia a la pequeña noticia que anuncia para esta semana la terminación de harina i el probable aumento del pan a un peso; para los que dicen a gritos que ha llegado el momento; que la clase obrera está madura, cuando ni siquiera tiene fuerzas para imponer el sábado inglés; para esa clase de injenuos, los pequeños "problemitas" locales carecen de importancia. Nosotros, en cambio, pensamos al revés: la limpieza de las calles de Rosario no interesa infinitamente más que el mejor discurso de Lenin. Deseamos de todo corazón que se consolide en Rusia el mejor réjimen de gobierno para la mayoría; si estuviera en nuestras manos, contribuiríamos a esa obra, pero no vivimos d ilusiones ni de fuegos artificiales. Ellos, los rusos, han hecho lo que han podido; nosotros haremos también lo que podamos, ni un ápice más, de acuerdo con nuestros medios i con nuestro ambiente. No creemos en milagros.

     La revolución rusa i la alemana hoy, como la revolución norteamericana o francesa, ayer, debe servirnos de estímulo para intensificar la obra cultural del pueblo, que constituye la base de nuestro programa, pues la experiencia le dice a los que razonan que las revoluciones sociales hai que hacerlas en los cerebros; pues hai dos clases de revoluciones, como hai dos clases de fuerzas: las revoluciones suramericanas, que son fuerzas explosivas, ciegas, como las patadas de los burros; i las revoluciones norteamericanas, concretadas, por ejemplo en la lei seca; i estas revoluciones son productos de fuerzas dinámicas cerebrales, debidamente encauzadas, como la electricidad, que arrastra el tranvía sin necesidad de empujones. Nosotros admiramos la revolución rusa, pero esto no impide que seamos partidarios de la electricidad i no de la fuerza del asno.

¿Se baña usted con frecuencia?

     Nosotros solemos hacer esta pregunta a las personas que deseamos atraer a nuestro partido. A veces, el interpretado se sorprende i piensa que probablemente tienen razón los que dicen que los socialistas son unos locos. ¿Que tiene que ver el que uno se bañe o no se bañe con los principios socialistas? I sin embargo ese mismo supuesto ciudadano no se extraña cuando, para curarle un dolor de cabeza, le dice el médico que le muestre la lengua.

     Un hombre que se baña con frecuencia tiene aptitud para razonar: comprende las ventajas de la hijiene, tiene un principio de dignidad i de respeto hacia si mismo i hacia las personas que lo rodean, pues, de seguro, se avergonzaría de que sus pies o su cuerpo despidiesen mal olor. I quien es capaz de someterse a un cuidado sistemático i tiene cierto respeto por sí mismo i por los demás; quien reúne tales condiciones, está preparado para recibir con provecho la simiente socialista: tiene probabilidad de ser levadura en el partido. Ya se sabe que quien detesta la roña material puede llegar fácilmente a ser enemigo de la roña moral, en cuanto la distinga i le convenga suprimirla.

     Agustín Alvarez decía que la civilización de un pueblo se puede medir perfectamente por la cantidad de jabón que consume, i estaba en lo cierto.

     Nosotros decimos que el socialismo se puede medir en un pueblo por la cantidad de jente que se baña. En Buenos Aires se baña la jente: allí triunfa el socialismo. En La Rioja, en Catamarca i en todo el interior, el baño es algo desconocido. El jabón es un artículo de lujo. Se dice que, allá, sólo los gobernadores i algún aristócrata en vísperas de casarse, suelen hacer la calaverada de meterse en una bañadera. En el interior, no se encuentran socialistas: son todos católicos. Las ideas racionales no penetran porque lo impide la costra de la suciedad. En eso nos diferenciamos los socialistas de los católicos. Estos creen que es pecaminoso dedicar cuidados a la materia. Parece que al dios de ellos le agradara recibirlos, al morir, con cáscara i oliendo a queso.

     -¡Pero son pretensiosos ustedes! ¿ Todos los socialistas se bañan regularmente?

     -No; entre nosotros también se cuelan algunos "católicos" en materia de hijiene, pero, son los menos i los que menos valen; i por otra parte, los mandamos con frecuencia a bañarse.

     Ya se ve que no estamos locos al averiguar si nuestros conocidos se bañan con frecuencia.

No sea sonso

     Es un consejo inútil. Usted nació sonso i se morirá sonso.

     Aguilar ya se curó -de su finjida locura- pero don Matías, no: lo tonto no tiene cura.

     Usted no debe ingresar al partido socialista: quizás lo han confundido con el limbo. Para ser socialista se necesita saber; sentirse capaz de regalar "a nadie" unos cuantos centavos por mes i estar dispuesto para trabajar gratis et amore, sin asustarse por recibir como estímulo una que otra "patada". I usted, buen hombre, usted no se siente capaz de lo dicho. Quédese en su casa; continúe, al terminar la cena, explicándole a su mujer lo que debe hacer el partido tal o el gobernante cual para arreglar lo desarreglado; siga hablando de que el pueblo ignorante no hace nada i de que los políticos son todos poco más o menos lo mismo.

     No ingrese al partido socialista, porque como usted es incapaz de sentir placer contribuyendo a una obra de organización i cultura como la que realizamos nosotros, se cansará al mes de estar en nuestras filas. No concurrirá a las asambleas; no querrá aceptar ningún cargo en las comisiones administrativas; será necesario enviar al cobrador dos tres veces a su casa para cobrarle los sesenta centavos mensuales; no se suscribirá a nuestro diario ni estudiará nuestros principios; i, si es extranjero, ni siquiera se tomará la molestia de sacar la carta de ciudadanía, porque creerá que su voto no vale nada o porque conservará en el fondo del espíritu el prejuicio patriotero. Usted no sirve para socialista; desengáñese. Los socialistas deben ser hombres-levadura i usted es un hombre-masa, sin levadura, de los que no se esponjan al calor de la justicia. A usted le duele gastar; no concibe que se trabaje sin provecho inmediato, ni se respeta a sí mismo; usted no es capaz de cumplir sus compromisos si no media una sanción. No ingrese al partido socialista, así se evitará que lo den de baja a los pocos meses, o que flote en él "como flota lo fofo sobre el agua".

     Vaya amigo, ya que quiere dejar de ser independiente, i apúntese en el libro de los demócratas regresistas o radicales: allí no le exijirán nada; al contrario, en vísperas de la esquila, es decir de las elecciones, lo convidarán con un asado con cuero i con vino.

     Para ser socialista activo, de verdad, se necesitan tres cosas grandes; el cerebro, el corazón i los atributos de sexo, i usted no tiene nada de eso.

     Saludos a la familia.


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