Dicen los que saben que correr carreras de autos hace real la fantasía de controlar la velocidad, controlar lo que está fuera de control. Algo parecido produce el intento de dominar la eyaculación cuando uno está como una locomotora y su contrincante también.
La precocidad masculina es un problema que ha superado en cantidad de casos a la impotencia, no en importancia, porque la impotencia es "El problema" porque invalida la imposibilidad del acto, impide abrir la puerta para ir a jugar.
El placer que nos proporciona la posibilidad de disfrutar de nuestros cuerpos en toda su plenitud es el fin último que buscan la mayoría de los hombres y mujeres que rellenan las partes que no son azules de nuestro planeta, entre otras cosas. Ese placer tiende a acortarse si el masculino no puede controlar el espasmo cuando todo está en su mejor momento.
Existen diferentes métodos para evitar que su compañera le diga con ése tono "Está todo bien no te preocupes, vamos a dormir que mañana hay que madrugar". Para que el pobre tipo con la virilidad encogida no se duerma pensando que es una porquería de gente es necesario recurrir a sendos procedimientos entre los que se encuentran aquellos que tienen relación con poner la cabeza en otro lado, pensar en otra cosa y concentrarse en ello con toda la fuerza de su voluntad, otros métodos menos ortodoxos como los de producirse dolor pueden provocar acostumbramiento lo que termina siendo contraproducente porque termina saliendo más caro,
después hay que salir a comprar látigos, ropa de cuero, y cosas puntiagudas.
¿Por qué los hombres varones sufren al punto de manejar una y otra vez la posibilidad del suicidio cuando encuentran el límite de su hombría? Porque los hombres varones están educados por otros hombres varones que desde los principios de los tiempos apostaron todas sus fichas al tamaño y la potencia de su pene, la extremidad más importante de su cuerpo, incluso más importante que las manos sin las cuales la masturbación no sería posible sin elementos.
Ser hombre, machito, desordenado, futbolero, ese hombre probo que cuando ve una mujer dice "Esa mina está bastante comestible" o "Yo le doy", ese es el tipo que somos aunque reneguemos de el, ese es el tipo que las mujeres tienen que soportar. Las mujeres, esas esforzadas luchadoras que no se cansan de parir y criar hijos varones que cuando mayores embarazarán a otras mujeres en algún acotado y trabajoso acto sexual del que van a renegar, amargándole a su compañera el exiguo disfrute. Así estamos, así vamos.
Libertad a Seguro