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Errare mandatum est

Por Miguel Espinaco

     Habrá que ver qué pasa después de la ola Fahrenheit. Lo que es por ahora, George Bush sigue peleando codo a codo las elecciones con su rival Kerry, un cowboy con mejores modos que promete pedir amablemente permiso a sus aliados antes de la próxima invasión.

     El paseo militar por Irak se le convirtió en un cuento de nunca acabar, las famosas armas químicas nunca aparecieron, la mentira - que solía tener larga vida como los emperadores - se deshizo en menos de lo que canta un gallo, pero los embusteros no quieren ni pueden retroceder sin dar batalla. Si el engaño se desmorona, cabe entonces la opción de envolverlo cuidadosamente en otro engaño y así, hasta construir una mamushka de mentiras.

     El embrollo parece estar dando buenos resultados.
Los sondeos electorales que tratan de averiguar qué terminarán votando los norteamericanos que votan - que no son demasiados - muestran que el actual presidente no bajaría del cuarenta y uno por ciento, lo que no es decir poco si uno observa que mal ha escondido las manos cada vez que tuvo que sacar el conejo. Porque la verdad, es que a este mago se le vieron todos y cada uno de los movimientos que debieron ser más rápidos que la vista pero insiste: ahora, dice, todo fue culpa de un lamentable error de los inteligentes muchachos de la inteligencia americana.

Yo señor, no señor. Habrá sido el Gran Bonete....

     Y el gran bonete, en este caso, le tocó al señor Tenet.

     Según dicen los que dicen que saben, los análisis de la CIA fueron "falsos y exagerados". Pat Roberts, que es senador en aquellos pagos, nos explicó cuidadosamente que las presunciones de que en Irak había armas químicas y un plan nuclear en marcha, eran "poco razonables y en buena medida no estaban respaldadas por los datos de inteligencia disponibles", así que todo este lío de bombas y muertes, habría resultado de una lamentable "falla global de inteligencia".

     El comité de inteligencia del Senado se dedicó a castigar minuciosamente nuestra escasa inteligencia para tratar de justificar la triste equivocación. Los analistas de inteligencia, dice el Comité, fueron víctimas de una tendencia a "pensar en grupo" y creyeron que Irak tenía armas que en realidad no poseía, pobres muchachos.

Otra versión de la violencia

    Las elecciones norteamericanas darán, seguramente, tela para varias tesis sobre la estupidez humana. Pierda o gane Bush, los analistas no olvidarán preguntarse una y otra vez cómo es que sigue sacando votos el mismo Bush que miente y que después vuelve a mentir para ocultar su mentira, y así hasta el hartazgo.

    Esos mismos analistas omitirán con cautela el hecho de que las elecciones en el mundo del capital - y mucho más todavía en la capital del capital - son una trampa de la que es muy difícil salir, dejarán de lado el hecho de que Kerry no promete nada demasiado diferente y evitarán referirse a que un buen sector del pueblo norteamericano debe tener más o menos claro que para seguir viviendo algo menos peor que el resto, necesitan de las bravuconadas planetarias de su poderoso ejército. Al fin de cuentas, el sustento inevitable, el apoyo más firme del mundo del capital es la policía que oficia de látigo, y el ejército norteamericano - ya se sabe - es la más numerosa y potente comisaría del planeta.

    Mientras tanto, el engaño - otra versión de la violencia - jugará su parte en este juego. Unos harán con la mano un ademán como de espantar moscas, otros escucharán que fue un error de los muchachos de la Agencia y creerán la versión oficial a pies juntillas y muchos otros jugarán a que creen que los que mienten creen la verdad que inventan. Saben, aunque no sepan decirlo, que si les mienten ostentosamente es porque pueden, saben que se trata apenas de otra muestra del poder que les permite decirte disparates, para hacerte después pito catalán.

Según parece - según dicen los que dicen saber - el director de la CIA George Tenet, les daba datos sesgados a los funcionarios, ignorando soberanamente puntos de vista diferentes provenientes de otras agencias de inteligencia supervisadas por el departamento de Estado y por el Pentágono, datos que - por supuesto - surgían de la forma de ver las cosas que tenía la Agencia, inclinada a ver armas químicas en todos los rincones de Irak.

     Tenet, como se acostumbra en estos casos, ya había presentado su oportuna renuncia unas semanas atrás y en estos días dejó su oficina en la central de inteligencia. Bush, como corresponde a las necesidades de su campaña dijo que no importa, que lo mismo está todo bien: "Aunque no hemos encontrados las armas de exterminio, hicimos lo correcto al entrar en Irak y Estados Unidos es más seguro hoy porque lo hicimos" dijo en Wisconsin, y enseguida esbozó su nueva teoría que podría llamarse de la guerra preventiva para prevenir la guerra preventiva: "eliminamos a un enemigo peligroso de Estados Unidos, que tuvo la capacidad de producir armas de exterminio".

Errores a pedido

     El nuevo cuento americano sería terrible aunque sólo ese cuento fuera la verdad. El error de un grupo de tipos analizando mal algunos datos habría resultado en toneladas de bombas sobre Bagdad, en muertes a granel. Sin embargo, la ficción armada por la gente de Bush no es ni siquiera tan terrible como la verdad que el cuentito pretende ocultar tras la humana inclinación al error.
Porque el problema es que la orden fue, precisamente, "equivocarse".

     Richard Clarke no es un especulador cualquiera en temas de inteligencia. El tipo trabajó en la Casa Blanca y en el Departamento de Estado por 30 años. Mientras caían las torres en Nueva York, Clarke era el líder del equipo de antiterrorismo y fue posteriormente designado responsable de proteger toda la infraestructura de información de la "operación antiterrorista" lanzada por el gobierno de Bush. En marzo de 2003, renunció en desacuerdo con la política de seguridad del Ejecutivo estadounidense y escribió un libro al que llamó Against All Enemies, apelando a una fórmula que se utiliza en el juramento de los mandatarios yanquis.

     En un fragmento publicado por la revista Veintitrés en abril de este año, el ex zar antiterrorista cuenta los momentos del atentado y la forma en que se cocinó ya en aquel momento el supuesto error Irak: "Por orden del presidente todos fuimos a casa a ducharnos y a descansar, nos necesitaba más lúcidos que nunca y habíamos pasados horas sin dormir inmersos en un estrés devastador. Cuando volví a la Casa Blanca, esperaba encontrarme reuniones donde se estuviese discutiendo cuales podrían ser los próximos ataques, cuáles eran nuestras vulnerabilidades, qué podíamos hacer a corto plazo. Ya sabíamos que era Al Qaeda ¿o no? En lugar de eso, encontré una serie de discusiones en torno a Irak. Quedé incrédulo al ver que hablaban de otra cosa que no fuese Al Qaeda. No tardé mucho en darme cuenta de que tanto el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, como su vice, Paul Wolfowitz, iban a tratar de sacar ventaja de esa tragedia nacional para poner en agenda el tema Irak. Desde el principio de la administración Bush buscaban una excusa para invadir ese país. A la tarde, el tema ya era tomar Irak. Solo dije que habiendo sido atacados por Al Qaeda,
responder bombardeando a Irak sería como si hubiésemos invadido México después de que los japoneses atacaron Pearl Harbor"
.

     Sin embargo, la idea de atacar Irak aprovechando la conmoción del setiembre 11, no parecía ser nada más que un capricho de Rumsfeld y Wolfowitz. Cito en extenso a Clarke, que cuenta las sorprendentes instrucciones del gran jefe Bush:

     "El atardecer del 12 me encontré al presidente caminando solo en la sala de situación. Me pidió que juntara a un par más que daban vuelta por la Casa Blanca y nos dijo: "Miren, sé que han hecho de todo, pero quiero que vuelvan a revisar una y otra vez si no fue Saddam quien lo hizo. Vos - me dijo - fijate si Saddam está vinculado de algún modo".

     - Presidente, ya sabe que fue Al Qaeda quien perpetró los ataques.

     - Lo se, lo sé, pero igual investigá si Saddam está involucrado en esto. Buscá más, revisá todo una y otra vez.

     Al otro día, todavía incrédulo, puse a todas las agencias del gobierno a investigar las conexiones entre Saddam y al Qaeda. Todas coincidieron: no hubo cooperación entre los dos. Le envié un memorándum con toda la información al presidente, pero por su accionar, nada indicaba que lo hubiera recibido."

     Dicen los que dicen saber que errar es humano. Esta vez no, esta vez la orden era equivocarse.



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