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Aproximación investigativa - Cuarta entrega

Repsol - YPF: sus limitaciones productivas

Por Enzo Vicentín

     Un aspecto que hasta ahora no ha sido tomado en cuenta en esta serie de notas sobre Repsol - YPF es la temática ambiental. No es un tema menor ya que hablamos de una empresa que trata con hidrocarburos, y según informes ambientales, la actividad hidrocarburífera es hoy por hoy la principal fuente de emisión contaminante en el mundo. También ha quedado un poco soslayado en entregas anteriores todo lo referente a la situación de los trabajadores de la empresa, sus luchas actuales o su historia desde la privatización en los '90. Tampoco es un punto menor, ya que esta empresa emplea en el país a 3.300 personas aproximadamente, sin contar a los empleados de otras compañías subsidiarias que, como vimos en la segunda entrega, agrandarían sustancialmente la cifra mencionada. Tal vez no sea correcto unificar en un mismo desarrollo los planos social y ambiental en los que se involucra Repsol - YPF, y también es cierto que las resistencias obreras no abarcan todo el espectro que podría incluirse dentro de lo social. Pero si en esta nota comparten espacio el ambiente natural con los trabajadores es porque pueden relacionarse en muchas luchas o reclamos.

     Quisiera entonces comenzar hablando de algunos puntos sobre la situación actual y pasada de los trabajadores empleados por Repsol - YPF. Dijimos que esta empresa emplea en nuestro país a más de 3.000 personas, y nos animaríamos a arriesgar que contando los empleados de las empresas de su propiedad y otros empleos indirectos se alcanzarían los 10.000 puestos de trabajo en todo el país. En todo el mundo, Repsol - YPF tiene a 30.000 trabajadores bajo su dirección, nuevamente sin contar la gran cantidad de empresas subsidiarias a su cargo. No son cifras espectaculares ni mucho menos, pero se entienden por el tipo de industria a la que nos referimos: tanto la industria del petróleo, como la del gas, o como la de los químicos, son ramas de la producción en donde la tecnología hace la mayor parte del trabajo. En general el costo de la mano de obra sobre el producto final tiene poca incidencia, por lo que es sumamente contradictorio que los precios de los productos de Repsol en Argentina se dolaricen (barril de petróleo o gas a boca de pozo por ejemplo) cuando los costos de producción son bajos de por sí, y además aquí y ahora valen en pesos y no en dólares. "¿Por qué los argentinos estamos pagando el precio del petróleo como si lo estuviéramos importando? ¿Por qué no hay una fijación de precios de acuerdo a los costos de producción que tiene el petróleo en Argentina? Si en definitiva se está buscando dolarizar el precio de la energía, lo que uno diría es que bueno sería que se dolarizara el salario, ¿no?" se preguntaba el diputado Mario Cafiero en diálogo con El Mango del Hacha. Las respuestas a estas preguntas muy básicas y casi ingenuas nos llevan a respuestas en la que el sistema capitalista aparece descubierto con toda claridad (los principios del sistema se desnudan al igual que en el caso de la defensa de la propiedad privada).

     Siguiendo con los números, vale decir que los empleados de la actual Repsol - YPF son muchísimos menos que los que trabajaban en la YPF estatal. Históricamente todas las privatizaciones implican disminución de personal con el repetido argumento de achicar gastos. Pero es interesante ver cómo el Estado argentino hizo el "trabajo sucio" de limpiar empleados de las empresas estatales antes de ser privatizadas. Es decir, no solo los privados recortaron personal, sino que el Estado trabajó a favor del capital privado recortando durante la década del `80 y principios de los '90 la masa trabajadora de YPF, ENTel u Obras Sanitarias por ejemplo. En un trabajo de FLACSO sobre la época de las privatizaciones y sus consecuencias se analiza este tema en un párrafo sin desperdicio: "En relación con la política de disminución de personal de las firmas a privatizar, cabe destacar -a simple título ilustrativo - lo acontecido en el ámbito de la prestación del servicio de agua potable y desagües cloacales (al momento de la transferencia de Obras Sanitarias de la Nación, a fines de 1992, la ocupación en la misma era casi un 35% más reducida que en 1985), del sector eléctrico (cuando se privatiza Segba, el personal ocupado había disminuido casi un 50% con respecto al existente a mediados de los años ochenta), y del sector ferroviario (donde la ocupación vigente al momento de efectivizarse el traspaso al sector privado de los principales ramales era un 80% más baja que la vigente en 1985). Ello se vio acompañado, en algunos sectores, por el establecimiento de distintas cláusulas de 'flexibilización' de las condiciones laborales que perjudicaron directamente a los trabajadores que quedaron ocupados. A modo de ejemplo se puede citar el caso de ENTel, en la que, al margen de haber instrumentado una política de retiros 'voluntarios', el gobierno decidió ampliar la extensión de la jornada de trabajo". Según los autores de dicho trabajo, "el 'trabajo sucio' del gobierno durante la etapa pre-privatizadora fue decisivo por cuanto permitió que el capital concentrado interno se hiciera cargo de empresas saneadas en términos económico-financieros, 'racionalizadas' en lo que respecta a sus respectivos planteles de trabajadores y altamente rentables desde el comienzo mismo de sus actividades".

     El Estado hizo su parte como vimos, y la YPF privatizada hizo el resto, dejando a pueblos enteros en la nada con su política de despidos masivos o continuando con los "retiros voluntarios" de la etapa estatal. Muchos trabajadores optaron por la alternativa de la indemnización por despido pero eso se perdió rápido; cuando volvieron a buscar trabajo no encontraron nada. Si bien de un lado hubo una actitud pasiva de aceptar la propuesta de la empresa, también es cierto que algunas resistencias que en ese tiempo se dieron de parte de los trabajadores principalmente patagónicos tal vez no hayan llegado a ser noticia, como tampoco lo son hoy. Y sin embargo hace poco tiempo, en marzo para ser más específicos, en el norte de Santa Cruz los trabajadores petroleros avivaron una lucha que vienen teniendo desde la devaluación: la mejora del salario. Obviamente, y gracias al oligopolio que maneja la información, pocos se han enterado de este reclamo, y algunos tal vez consideren que es irrelevante, pero considero que este caso permite ver, como mínimo, que la dominación de una clase por otra no es tan simple ni tan hegemónica como a veces se cree ver.

     El hecho es que a comienzos del mes de Marzo el Sindicato de Petroleros Privados de Santa Cruz decidió parar en protesta por la negativa de las empresas Repsol YPF, Vintage Oil y Panamerican Energy de aumentar la ayuda alimentaria que reciben mensualmente los trabajadores. Estos venían reclamando desde hace mucho tiempo un aumento a los 180 pesos que reciben en concepto de ayuda alimentaria, y las empresas dilataron las negociaciones hasta que se toparon con esta medida. La actitud que rebasó la paciencia de los obreros fue una propuesta de parte de las empresas petroleras de subir sólo 17 % los sueldos e incluir dentro de ese porcentaje el incremento de la ayuda alimentaria. Al paro laboral siguieron tomas de yacimientos petroleros en el norte de Santa Cruz, hecho que provocó la reacción empresaria a ceder en los reclamos de los trabajadores. Y muchos de estos obreros son tan empleados de YPF como los que de saco y corbata se quejaban por TV en pleno Buenos Aires porque los piqueteros les habían quemado la fachada del edificio donde trabajan poniéndose la camiseta de la empresa para ganar nada.

     Pero Repsol - YPF no es siempre alterada por sus mismos trabajadores o por desocupados movilizados, sino también por comunidades indígenas que simplemente defienden sus tierras. Y aquí es donde quisiera entrar a la temática ambiental donde es protagonista el "pulpo" petrolero. Pero antes de ir a los hechos me gustaría reflexionar más en general sobre la relación del capitalismo con la ecología, tomando de base un artículo de Immanuel Wallerstein sobre dicho tema. Porque Repsol, en su dinámica diaria, no hace más que confirmar que entre los costos de producción del capitalismo y la ecología hay una contradicción insalvable, tal cual lo dice este investigador norteamericano. Wallerstein comienza aclarando que hay "dos aspectos elementales del capitalismo histórico.
Parte de las instalaciones de Repsol YPF en Loma La Lata
Uno es bien conocido: el capitalismo es un sistema que tiene una necesidad imperiosa de expansión en términos de producción total y en términos geográficos, a fin de mantener su objetivo principal, la acumulación incesante. El segundo aspecto [es que] para los capitalistas, sobre todo para los grandes capitalistas, un elemento esencial en la acumulación de capital es dejar sin pagar sus cuentas". El primero se entiende, y ya lo decía Marx es sus obras, pero el segundo merece una ampliación: ¿por qué los capitalistas no pagan sus cuentas? Básicamente porque eso iría contra la lógica del sistema. En su trabajo Wallerstein expone que las propuestas ecologistas en torno a limpiar los efectos negativos de una actividad productiva o a invertir en la renovación de los recursos naturales que han sido utilizados "encuentran una resistencia considerable por parte de las empresas que podrían ser afectadas por ellas, porque estas medidas son muy costosas y, por tanto, llevarían a una reducción de producción (…) la puesta en práctica de medidas ecológicas significativas y seriamente llevadas a cabo, podría ser el golpe de gracia a la viabilidad de la economía-mundo capitalista. Por lo tanto, con independencia de las posiciones que sobre estos temas expresen los departamentos de relaciones públicas de determinadas empresas, lo único que podemos esperar de los capitalistas en general es un constante hacerse el remolón" (es decir, no pagan sus cuentas, los daños, haciéndose los pelotudos).

     El capitalismo es un sistema materialmente irracional que hoy no encuentra soluciones a sus dilemas ambientales, y no puede encontrarlas a menos que vaya en contra de la acumulación incesante e irracional. Sepámoslo: los capitalistas no van a ir en contra del capitalismo. Y como decía el final del párrafo anterior, los departamentos de recursos naturales de las empresas dirán que invierten para mitigar los impactos ambientales de su producción, pero siempre como maquillaje. Yendo al caso que nos interesa, la empresa Repsol - YPF dice en su informe 2003 que "los gastos de naturaleza medioambiental registrados en el ejercicio 2003 han ascendido a 40 millones de euros (…) Entre las actuaciones llevadas a cabo hay que destacar aquéllas destinadas a la gestión del agua, la remediación de suelos y aguas subterráneas, la protección de la atmósfera y la gestión de residuos por importe de 13, 9, 8 y 7 millones de euros, respectivamente". Pero esa exigua cifra dentro del balance de Repsol queda más pequeña comparada con el hecho de planificar a 5 años los gastos respecto al medio ambiente: "Repsol YPF ha planificado inversiones [para su política ambiental] por un total de 485 millones de euros en el periodo 2004-2008. De esta cantidad se estima que 478 millones de euros son de naturaleza medioambiental, ya que el resto corresponde a mayor capacidad de conversión".
El Gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch, y el presidente de Repsol YPF, Alfonso Cortina. La "alianza estratégica" corre con represión a los mapuches
Tan claro como terrible, esta empresa proyecta gastar un poco de su ganancia sin importarle qué dimensión tendrán los problemas ambientales futuros provocados por sus industrias, simplemente poniendo la cifra ahora nos aclara que su política ambiental se manejará con monedas para hacer propaganda barata. Eso, en general, lo hacen todas las empresas, lo hace el capitalismo, como decía Wallerstein.

     Pero resulta ser que de esos 40 millones gastados durante 2003 o en los tantos que pondrán hasta el 2008 no parece figurar por ninguna parte el caso de la contaminación del yacimiento de Loma La Lata en Neuquén. Si bien este tema ha salido a la luz en estos últimos años, haré una reseña del mismo para ubicarnos. Loma La Lata es el yacimiento más grande de gas natural en Argentina. La concesión del mismo se hizo a Repsol - YPF por diez años en los '90, pero en el 2000 la empresa logró, con el aval de De la Rúa y Sobisch, la extensión de la concesión hasta el 2027. En Abril del 2002, las comunidades mapuches de Kaxipayiñ y Paynemil, que viven las cercanías del yacimiento, demandaron a la empresa Repsol-YPF por 445 millones de dólares en concepto de los daños que sufrieron en su territorio como consecuencia de la explotación hidrocarburífera. La denuncia se basó en un informe elaborado por una consultora alemana, que comprobó la presencia en los cuerpos de hombres y mujeres de las comunidades indígenas mencionadas de elementos tóxicos como plomo, cadmio, arsénico, níquel y aluminio en niveles superiores a los normales. Por este daño a la salud de los mapuches y por el desastre ambiental que la explotación conlleva es que estos demandaron a la empresa hispano argentina por 445 millones de dólares.

     Actualmente esta demanda estará durmiendo en los cajones de algún juzgado neuquino, y lo hará por mucho tiempo mientras el gobernador Sobisch defienda su "alianza estratégica" con las petroleras. Por suerte los mapuches no han callado en este tiempo, y han denunciado que Repsol-YPF desconoce la comisión de control y vigilancia creada para evitar la contaminación ambiental en los yacimientos, continuando por ejemplo con la explotación a cielo abierto de los pozos por ejemplo. El gobierno de Neuquén les respondió a los indígenas con policías y más policías, tal como están acostumbrados los violentos de siempre, los de todos los días, los que con la ley en la mano colaboran con la dominación inherente al capitalismo.

     Esta resistencia de los mapuches a que cuando perforan un pozo para sacar agua de las napas se encuentran con petróleo en estado casi puro no es del mismo tipo que la de los trabajadores de santa Cruz, pero en un punto son parte de lo mismo. El sistema capitalista no diferencia mucho lo que es un yacimiento de un hombre, a uno lo asigna como recurso natural, al otro como mano de obra, a ambos los trata como "fuerzas productivas", los aglutina en un mismo campo. Tanto la defensa de las tierras de los mapuches como la pelea por los aumentos de salarios son fenómenos que por aristas diferentes bloquean (o aunque sea tratan de hacerlo) el desarrollo de las fuerzas de producción que el sistema necesita para reproducirse. Y el movimiento del sistema se trunca porque ambos reclamos tienden a reducir la ganancia y la acumulación incesante de la empresa. Es decir, Repsol - YPF resolvería los conflictos tanto ambientales como sociales que su producción inherentemente acarrea si aceptaría ganar menos dinero, y eso no lo va a hacer. Por eso es que en esta entrega he tratado de justificar finalmente que se puede hablar de los conflictos de producción tanto ambientales como sociales como problemas de un mismo tipo.

     Para la próxima y última entrega de esta serie de informes quisiera ver muy fragmentariamente el comportamiento de Repsol - YPF en el resto del mundo, o aunque sea en el resto de América para no ser tan ambicioso. Tal como decíamos en la primera entrega, esta es una empresa mundial, que se ha expandido en los últimos años a un ritmo tremendo. Buscaremos entonces paralelismos con la situación en Argentina: sus prácticas monopólicas, sus inversiones, sus proyectos, pero también las luchas de los que sufren su avance.



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