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Seguro & Delfina

    Cuando aquel primer hombre advirtió que otros seres más fuertes que él tenían serias intenciones de morfárselo se vio obligado a fabricar elementos para defenderse. Cuando los animales dejaron de ser una amenaza el hombre tuvo que defenderse de sus pares. Primero fueron las armas después los utensilios, elementos de corte para separar la carne del hueso, vasijas y cacharros para contener el agua, agujas de hueso para unir las pieles, cierres relámpago, inodoros, caloventores, posavasos, destornilladores, y veinte millones de otras boludeces que dicen que nos hacen falta.

    Las cosas fueron primero, después fueron más y el hombre hubo de ordenarlas y hubo que cuidarlas porque las cosas siempre costaron algo que casi siempre fue mucho y los niños debieron aprender a cuidar los elementos que sus padres obtuvieron con tanto sacrificio. Que eso no se toca, que eso no se hace. Los niños son como fuimos en un principio pero no cuesta mucho ponerlos en vereda.

    Al pan pan y al vino vino, al rengo llámelo rengo y al cojo llámelo cojo.

    Los avíos tienen su nombre y su utilidad, una mesa es una mesa y sirve para apoyar cosas, una mesa tiene cuatro patas pero no camina, la mesa de mi amigo Carlos sí caminaba y también erizaba el lomo si le apoyaban algo, pero esa es otra historia.

    Una mesa tiene cuatro patas y son todas del mismo color, le dijo el tío a la niña que había pintado las patas con cuatro colores diferentes, la niña lo miró con sus ojitos negros y le dijo, Distinto queda más lindo, y el tío entendió y contándoselo a su novia le dijo, Los adultos somos los transmisores de la brutedad de los niños. Distinto queda más lindo, un brazo lila, otro verde, un zapato amarillo, otro azul con moño, flores negras en el fondo y un sol verde coronando la escena.

    La nena escucha a los adultos hablar de la muerte y no entiende, porque un árbol se murió en el patio y nadie se hizo mucho problema, el abuelo se murió y se armó un quilombo bárbaro. Ataques de llanto incluidos, y ese circo mortuorio que contiene una parafernalia de cosas que los niños no entienden pero les dan miedo. Inculcarles el miedo a los niños es la forma más común de transformarlos en adultos habitantes del planeta blumberg.

Libertad a Seguro


    Se persiguen como quien huye de su sombra, son los que alguna vez entrevieron los beneficios del menemismo y quieren seguir disfrutándolo, porque deleitarse es mejor y la única forma de disfrutar en este país es teniendo plata. Plata para discos compactos, dividís, zapatillas puma, pantalones levis, y camisetas de colón. Ellos hacen lo imposible por cambiar la moto por un auto y les encantaría hacer con su mujer lo que hacen con una puta. Se sienten apremiados si en medio del camino se les aparece una iglesia, dudan si hacer la señal de la cruz no será tomado como un gesto absurdo y al final se persignan, se ponen serios y piensan en sus hijos aunque no los tengan. Ellos forjaron un país que se está cayendo a pedazos con todo y gente.

Libertad a Seguro


Ella, la que siempre

    Ella se mueve despacio en su lugar y respira profundo. Piensa si vivió una vida equivocada, hace unos días que viene pensando lo mismo, mira a sus hijos y se imagina cómo hubiera sido todo sin ellos y llora lágrimas que se le saltan desde el balcón de sus párpados y caen, haciendo un ruido sordo sobre el papel. Ella quiere sentirse mejor pero no le sale, está cansada, está triste y está sola.

    Ella mira televisión y ve a esas mujeres que aparecen en la pantalla que son hermosas, todas son bellas, ella no, ella es una mujer que pasó los treinta, dos cesáreas, un ex marido violento y mucha mala sangre porque la pobreza, y la suerte que siempre toca la puerta de los otros.

    Ella se enoja y es mejor estar enojada que estar triste, se mira al espejo y se ve la bronca en la cara y descubre que está linda, se arregla un poco el pelo, se lo pone para arriba con la mano y sonríe, parece una mujer de una película de romanos y sonríe.

    Ella llama por teléfono a la niñera y a dos amigas, hoy es viernes, vamos a salir. Se baña despacio descubriendo ese cuerpo que hace rato que nadie acaricia como se merece. Se depila, se encrema, se perfuma, se calza ropa interior color púrpura y sale.

    Los hombres que se le acercan se exprimen la sesera tratando infructuosamente de ser amables e ingeniosos, pero terminan siendo vulgares, porque en el fondo y en el frente lo que quieren es mojar el bastón para entrarle al sueño relajados. Ella se siente halagada pero no toma en serio a nadie.

    A las siete de la mañana del sábado ella vuelve a su casa en colectivo y sola, los restos de lo que queda del viernes duermen con la cabeza apoyada en la ventanilla, babeándose y solos. Ya en su casa y frente al espejo se mira y se reconoce, suspira, y le dice a su reflejo, Es la vida. Si el espejo fuera alguien le diría que no, esto no es la vida, la vida es otra cosa.

Delfina Contreras, del libro inédito "Poesía salada de lágrimas para días lluviosos".



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