El sol Andrés

por Enzo Vicentín

Volvió después de un tiempo a la gran ciudad. A cantar. Como pidiendo permiso para todo, introvertido, tímido en sus expresiones. Su tranquilidad contrastaba con el nerviosismo, la impaciencia de quienes fuimos a verlo cantar. "Si no me quieren en vida, cuando muera no me lloren" dice la canción escrita por Rubén Blades con la cual Andrés Calamaro abrió su presentación en el Luna Park ante no sé cuantas personas, pero muchas seguro. Y el público le demostró a Calamaro que lo quiere en vida, y cantando arriba de escenarios. Si alcanzaba para darse cuenta con solo escuchar cuando sonaban las notas finales de cualquier tema y el Luna se unificaba en aplausos y ovaciones para "el salmón".

Volvió, y el público que lo esperaba, aunque estaba ansioso (¡y no es para menos después de 6 años sin tocar en Buenos Aires!), se alejaba de cualquier histeriquismo propio del pop más berreta. Si cuando llegábamos caminando por Corrientes al mítico Luna Park no se veía demasiada euforia ni locura, la previa del recital estaba tranquila, a 1 cuadra uno recién comprendía que estaba cerca. Tal vez yo venía con imágenes en donde todo parecía ir a mil. Porque en el resto de la ciudad se veía un ritmo vertiginoso de esa Buenos Aires que está acelerada y parece no poder frenar. El tráfico en las calles es un delirio colectivo, y a mi me sorprendió -porque no lo conocía- la naturalidad con que se manejan los conductores de tránsito, cuando uno viniendo de Santa Fe y en el asiento de atrás los ve a los autos andando siempre cerca de algún choque. Mientras iba en un taxi y el chofer nos contaba algunas historias, veía con terror como se pasaban a centímetros unos de otros y me acordaba de un chofer que me había contado que cuando fue por primera vez a Buenos Aires manejando en auto se tomó 2 calmantes porque sentía que lo chocaban de los 4 lados, y yo en ese momento me reí pero el lunes lo entendí. Entre tanto ritmo frenético encontrar el Luna Park y la gente que iba a compartir el recital era un poco encontrar una isla en un mar revuelto. Y ahí nos metimos para dejar de escuchar el ruido de los colectivos cuando frenan y escuchar a Andrés Calamaro.

Y él empezó puntual, a las 9:10 de la noche ya estaba listo. Y la expectativa se fue llenando. Arrancó con 'El Cantante' y la gente lo ovacionó cuando la canción terminaba y Calamaro daba vuelta la página de las letras. Allí comenzó el repetido sobrio "muchas gracias" de parte de Andrés ante tanta palma golpeando con otra para hacer ruido. Siguió con 'El Salmón' y el "siempre seguí la misma dirección, la difícil la que usa El Salmón", expresivo de la actitud de Andrés en los últimos tiempos de su carrera musical, hasta que Cordera y compañía lo convencieron de volver. Siguieron 'Te quiero igual', 'Tuyo siempre', 'Las oportunidades' (nunca cantado en vivo previamente) y el hermosísimo 'Clonazepán y circo', y a esa altura la gente escuchaba más y aplaudía menos, disfrutando el sonido de Andrés y la Bersuit, siguiendo el ritmo de los temas. Mi hermana me agarraba el brazo y me apretaba como diciendo "es increíble estar acá" y yo pensaba lo mismo, pero con la mano en el mentón. Cada uno vive a su manera las cosas. Y Calamaro parecía vivir el momento con placer, disfrutando los temas, sintiéndose bien arriba del escenario. Con 'Para no olvidar' a los que extrañamos a Los Rodríguez nos dio un caramelo chiquito, le tomamos el gusto y lo aplaudimos, y el agradeció nuevamente pero volvió con 'Los aviones' (Honestidad Brutal) a mostrarnos una joya de su repertorio solista. "Mientras por afuera pasan los aviones", y a nosotros no nos importaba nada de lo que pasaba en la calle Bouchard, estábamos definitivamente en una burbuja dentro de Buenos Aires.

El ritmo parsimonioso siguió con el cantado por todos 'Crímenes perfectos', 'La libertad' (con ovación para el fallecido Pappo) y el último tema más comercializado de Andrés: 'Estadio Azteca'. La película se repetía en cada final de cada tema: aplausos y más aplausos del público y Andrés diciendo gracias, saludando con su mano, mirando a distintas partes del público, todo con esa sobriedad que mostró de principio a fin.

Andrés invitó a Juanjo Domínguez a pararse a su lado y tocar con su guitarra los tangos 'Dos extraños' y 'Por una cabeza'. Será porque los temas eran tranquilos que se me dio por mirar más las tribunas del Luna y darme cuenta que en la platea lateral estaban amontonados abajo y que a lo largo del techo había publicidad de Coca Cola, entonces me di cuenta que tantos empleados vendiendo gaseosas de esa marca era entendible. Eran varios y no paraban de caminar por los pasillos, si hasta una chica mientras vendía cantaba 'Estadio Azteca' y yo pensaba ¿por qué no para de caminar y mira al escenario un ratito? Y la verdad es que no podía, y entonces seguía caminando. Se bajó Juanjo Domínguez abrazado por Andrés, y este volvió a mostrarnos con 'Nos volveremos a ver' y el melancólico 'Media Verónica' que a esa altura del recital Andrés seguía tan cómodo como al principio, y sin mostrar cansancio.

Pero Juanjo Domínguez no fue el único invitado en ese gran recital. Andrés invitó a su hermano Javier para hacer juntos 'No me nombres', y el hermano menor luego de decir algo alusivo al juicio que el lunes por la mañana ocupó a Andrés pidió un aplauso para "el regreso del más grande", y todo el Luna ovacionó al hombre de chaleco que caminaba unos pasos para atrás, como tratando de correrse de la luz que lo identificaba como estrella del escenario. Bajó su hermano, pero Calamaro invitó a "otro hermano" según sus palabras: Juanse. Y el líder de los Ratones Paranoicos se puso la guitarra para iniciar un mini-tributo a un amigo en común como Pappo, que incluyó nada de palabras, solo música (una hermosa manera de recordar sin demagogia): sonaron 'Desconfío' y 'El tren de las 16'. A esa altura empecé a darme cuenta del nombre que debía llevar esta nota, y saqué un papel, una lapicera y me puse a anotar los temas. Mi hermana y un amigo me ayudaban con la memoria, y seguimos repasando el orden de los temas hasta en un bar de la estación de Retiro, con algo de afonía de por medio. Otros 2 temas de alta calidad siguieron a la despedida de Juanse: el viejo pero inoxidable 'No se puede vivir del amor' y uno de las letras que a mi más me gusta: 'OK perdón'.

La lista de amigos de Calamaro se guardaba una sorpresa bien grande para los que lo fueron a ver y escuchar. La guitarra marcó que el tema era 'Alta suciedad' y el público se encendió, y como de atrás, viniendo desapercibido apareció con su armónica Andrés Ciro (Los Piojos), un referente del rock (que se había metido en la mitad de 'El tren de las 16' a tocar su armónica, pero que rápido como subió se bajó), y Ciro estaba tan encendido con 'Alta suciedad' como nosotros que cantaba ahí bien cerca de las plateas, mientras Andrés observaba desde su órgano, del cual nunca salió salvo para abrazar a los invitados. El momento musical y emotivo más alto que alcanzó el impecable recital, y el final nos dejó las manos coloradas a todos de tanto aplaudir. Al final del tema mi hermana me repetía cada dos segundos que si lo había visto a Andrés Ciro, y yo le decía que sí cada dos segundos, y mientras estaba más convencido de antes del título que le iba a poner a esta nota. Porque Calamaro fue un sol en la noche del Luna Park, que quedándose quieto ahí detrás de su órgano y la carpeta con las letras miraba cómo sus invitados giraban a su alrededor, recorrían el escenario con tanto entusiasmo como orgullo de estar presente en el regreso a Buenos Aires de un símbolo (todavía en construcción) del rock nacional. Los planetas pasaban reconociendo que la estrella que los convocaba era más importante que ellos. Pero Andrés nunca se creyó eso y humilde, parecía como uno más de la banda ante el despliegue de Juanse o el cantante de Los Piojos por ejemplo.

El éxtasis de 'Alta suciedad' devino silencio ante un Andrés que advirtió que los próximos eran los 2 temas y se iba. Nadie quería eso, y todos nos desacartonamos con 'Flaca', con gente que dejaba las plateas y se iba para adelante, con otros que no se sentaron en todo el tema, con muchos que cantaron más fuerte que antes como diciendo "Andrés no te vayas". Andrés nos regaló 'Paloma' y todos quedamos ansiosos de más música, de más Andrés. Y "el salmón" volvió para levantarnos a todos de nuestras butacas con 'Mi enfermedad' y 'Costumbres argentinas', con el cual los de la platea de abajo (nosotros estábamos en la Pullman) improvisaron un pogo adelante, olvidándose de cualquier orden, porque era la última y había que dar todo. Y Andrés dio eso y se fue. Dio 25 canciones (que fueron 50 porque a cada canción seguía el "olé, olé, olé, Andrés, Andrés" del público) y la gente se quedó 15 minutos cantando y aplaudiendo para que Andrés vuelva a subir, pero eso no pasó, y todos a pesar de que Calamaro no se ocupó de todos nuestros caprichos se fueron contentísimos con el recital. Nos fuimos con ganas de más y nos desparramamos por las calles de la infartante Buenos Aires que ya a esa hora -11:30 de la noche- estaba un poco sedada. Y seguramente vamos a tener más de Andrés, porque se lo ve tan bien arriba del escenario que se imagina que no los va a dejar pronto. Volvió Andrés, y nosotros volvimos en colectivo a Santa Fe, para volver a hacer lo que siempre hacemos, pero con la sensación de haber ido a La Meca, y sacarse de encima la necesidad como seguidor de haber escuchado en vivo a Andrés Calamaro aunque sea una vez en la vida.



Opiná sobre este tema
¬ Anterior Ir a la Portada Siguiente ®