Primero de mayo por Javier González Con el reciente fallecimiento de Karol Wojtyla, volvió a instalarse -aunque muy marginalmente- una vieja discusión: cómo se cambian los significados de las palabras. Así es el idioma, me decía mi amigo Norberto, de lo contrario está condenado a convertirse en una lengua muerta. Cuando me decía esto me vino a la memoria una vieja clase de facultad en la cual el docente, confeso antimarxista militante que decía que El Capital era un libro de economía y nada más y desafiaba a que le demostraran lo contrario, contaba como la palabra bárbaro había cambiado su significado transformándose prácticamente en su contrario. Bar bar, según el viejo docente, era la forma en que los romanos se referían a los que luego fueron conocidos como pueblos bárbaros. Barbar, dicho en forma absolutamente despectiva, refería a la manera de hablar de esos pueblos. "Hoy los chicos utilizan la palabra bárbaro como si significara algo bueno", decía el viejo docente defensor de la tradición y la moral. Algo parecido pasa con otras palabras. Volviendo a Karol, cabe preguntarse como puede calificárselo de revolucionario si -incluso para amplios sectores católicos- significó un retroceso inmenso. Lo mismo ocurre con trabajador y trabajo. Macri trabaja mucho, ¿es un trabajador? Hoy es la fiesta del trabajo... Tanto cambiaron las cosas que el Día Internacional de los Trabajadores, día de lucha, de reflexión pasó a ser "El día del trabajo". Definición muy coherente teniendo en cuenta que Perón había pasado a ser "el primer trabajador" y que el Justicialismo era "partido de la clase obrera". "El día del trabajo" venía muy bien para quienes propugnaban una alianza de clases. De esta forma podían estar juntos en el festejo el trabajador explotado y el patrón explotador, bajo la atenta mirada del apuesto General. Los sindicatos también cambiaron y de ser herramientas de organización y lucha de los trabajadores, pasaron a ser organismos muy poco democráticos, burocratizados, con un rol muy claro en favor del sostenimiento del sistema. El rol de muchos sindicatos fue vital para las privatizaciones de los 90 y para permitir este paraíso de la desocupación. Si antes se cuestionaba su representación, hoy -con algunas excepciones- prácticamente han desaparecido de las grandes luchas. Transformados en financieras y sucursales de agencias de turismo, poco y nada tienen que ver con herramientas de lucha y organización de los trabajadores para pelear por sus derechos. El gremio no hace nada. El gremio no existe. El gremio nos cagó. Esto es lo que se dice después de cada conflicto. Y más allá de la visión que tenga cada uno de nosotros, son datos concretos de la realidad. Los gremios, la CGT (por presencia o por ausencia) y fundamentalmente el gremio bancario fueron importantísimos a la hora de entregar el Banco Provincial a los hermanitos Rhom. Lo mismo ocurrió en casi todas las privatizaciones, en las cuales las burocracias sindicales traicionaron las luchas propiciando lo que ellos mimos calificaban -rasgándose las vestiduras- como "el desguase del Estado". Ese desguase del Estado posibilitó nuevos y cuantiosos negocios corruptos. De la noche a la mañana se enriquecieron políticos, gremialistas y empresarios y se empobrecieron cada día más los trabajadores. Miles de empleados estatales quedaron en la calle debido al "ineficientismo" de las empresas del Estado. Miles que vieron modificadas radicalmente sus condiciones de vida y tuvieron que aprender a sobrevivir en las calles, cortando rutas y organizándose al margen de los sindicatos. Estas experiencias, contradictorias muchas veces, aisladas otras, han marcado la vida políticas de estos últimos años, quitando protagonismo a la vieja CGT. No obstante esto plantea un grave problema para el régimen: ¿cómo controlar las protestas obreras? Muchas tácticas se han ensayado desde el gobierno: planes sociales, subsidios a punteros, políticas tendientes a dividir a los distintos grupos, etc. Pero todo esto no alcanza, necesitan que el rol contenedor y colaboracionista de la CGT vuelva a tener el protagonismo de los 80 y hasta ahora no lo han podido lograr. El mayo santafesino En nuestra inundada Santa Fe, el 1° de mayo fue "una fiesta de la democracia" como les gusta decir a los políticos que no consultan a nadie a la hora de hacer sus negocios corruptos. Con un generoso marco de público pago, traído incluso de otras localidades, con flamantes banderas celestes y blancas con los rostros de Perón y Evita y cartelitos de producción seriada, la plaza de la Legislatura Provincial brindó la escenografía adecuada, no solo al inicio de las Sesiones Legislativas sino también al sentido abrazo entre Jorge Kienner y Jorge Obeid, entre la CGT y el Gobierno, entre dos figuras del peronismo local, entre el representante de la organización que facilitó las privatizaciones y el privatizador. Este encuentro y este abrazo que poco y nada tienen que ver con el que se dieron San Martín y Bolívar, demuestra también la intentona del gobierno por lograr que la CGT vuelva a tener un protagonismo relevante en la vida política santafesina. Protagonismo necesario para hacer prevención ante conflictos que se agudizan que crecen y que no controlan del todo. Como diría telenoche: "y en el medio los trabajadores". Miles de trabajadores santafesinos que no hemos avanzado demasiado en cuanto a niveles de organización y debate se refiere, pero que necesariamente deberemos hacerlo porque estos protagonistas del abrazo del 1° de mayo no nos representan en absoluto, como tampoco nos representan los Tessa y los Maguid. Dentro de ese debate necesariamente hay que incluir a los sindicatos y la CGT. ¿Es posible recuperarlos como herramientas de lucha, o hay que construir nuevas formas organización? ¿Hay que construir un auténtico partido de trabajadores? ¿Cómo se supera la fragmentación social? ¿Cómo salimos del letargo de los últimos años? Sin dudas que hay muchas y muy ricas experiencias que debieran ser socializadas para que resulten un aprendizaje colectivo. Aprendizaje fundamental para superar la inercia en la que estamos sumergidos. Dos días antes del discurso de Obeid en la Legislatura, el 29 de abril, desde todos los barrios inundados se movilizaron para recordarle al gobierno, a los políticos, jueces y empresarios corruptos que las muertes de la inundación tienen responsables. Dos días después, los actores pagos, y las patotas sindicales echaron a un grupo de inundados de la plaza de la Legislatura Provincial para impedir que la realidad les aguara "la fiesta". De parte de ellos la situación está muy clara. ![]() Opiná sobre este tema |
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