Primera Entrega

La crisis del gobierno de Lula

por Enzo Vicentín

El gobierno del presidente Lula no parece poder salir de la tormenta política en la que está metido desde Junio pasado, cuando se empezaron a conocer las denuncias de sobresueldos y sobornos en el Parlamento brasilero. La imagen que uno tiene de la crisis del Partido de las Trabajadores (PT) y de su gobierno es que no puede detener la "hemorragia" iniciada en Junio y derivada en escándalo institucional. Al no poder ponerle fin a la tormenta de la corrupción, el PT está atravesando un proceso de desgaste interno que todavía no concluyó y que tiene dimensiones discutibles (algo que se verá en la próxima entrega). La imagen de "sangría permanente" que propongo se ve corroborada en que desde hace 3 meses no hay semana en donde no surja alguna noticia que prolongue la actualidad del tema, ya sea alguna "confesión" de los varios "Pontaquartos" brasileros, algún arrepentido funcionario del PT que explique cómo se pagaban los sobornos, alguna cifra de la financiación de las campañas políticas del PT, alguna renuncia, alguna declaración que entierre aún más al gobierno. De las muchas estrategias que Lula y su gobierno intentaron llevar adelante para ponerle fin al escándalo, hasta ahora ninguna funcionó, y uno tiene la impresión de que la posibilidad de acabar con esta "sangría" no pasa justamente por el gobierno de Lula, sino por la derecha opositora a su gobierno, o (tema a discutir también en la próxima entrega) por los obreros y campesinos de Brasil.

Un tema que no debe perderse de vista es el contenido político de la crisis. Porque las noticias de ritmo casi diario acerca de la corrupción nos llevan a pensar que las denuncias mismas han aparecido para jaquear al gobierno de Lula, sin abordar la cuestión de qué hay en el reverso de las denuncias y del escándalo. Del material consultado (que obviamente no es la totalidad de los trabajos realizados por políticos, intelectuales, sociólogos o periodistas durante este tiempo), el único que se ha animado a analizar esa cuestión es Jorge Altamira (1). Referente del Partido Obrero, Altamira argumenta que "la corrupción no define el carácter de la crisis, en especial porque del lado opositor al gobierno de Lula hay un número mayor de corruptos que en el oficialismo.(…) La crisis política en curso fue desencadenada como consecuencia de la paralización de la llamada reforma ministerial que Lula debía haber implementado hacia marzo pasado para incorporar nuevos partidos y sectores al gobierno y conformar de ese modo una mayoría legislativa estable". La cita de un periodista de la Folha de São Paulo aclara un poco más: "la llamada elite quedó asustada con el cajoneo de la reforma ministerial amplia, con la cual Lula aumentaría el espacio de los aliados (PMDB [Partido del Movimiento Democrático de Brasil], PP [Partido Progresista]) en el gobierno, reorganizaría su base inestable de apoyo en el congreso, sellaría acuerdos para su reelección y resolvería problemas puntuales de gestión". La conclusión de Altamira es que "en resumen, las denuncias de corrupción son una continuación por otros medios de la política de copamiento del gobierno de Lula por parte de la burguesía, que se había desarrollado desde el comienzo de su mandato con el total acuerdo de la camarilla dirigente del PT. La crisis política es la consecuencia del parate sufrido por este copamiento, o sea por el intento de esa camarilla de conservar un mínimo margen de autonomía para pilotear la reelección de Lula -una autonomía, claro, defendida a base de coimas".

Quería detenerme en esta interpretación del dirigente del PO porque trata de ir un poco más allá del "humo" que destila el escándalo por la corrupción. Repito que no encontré demasiados esfuerzos en el material consultado tendientes a explicar justamente el contenido de la crisis que está más atrás que la forma que adoptó, en este caso la corrupción. Con respecto a la validez de la interpretación, me parece que si bien es interesante, hay un elemento que no queda claro. Como dice Altamira, la reforma de los ministerios que encaró Lula tenía como objetivo ampliar el arco oficialista recostándose en partidos de la derecha o de centro-derecha. La paralización de la reforma habría atentado, según Altamira, contra el progresivo copamiento del gobierno por parte de la burguesía, y esto habría sido el marco en el cual aparecieron las denuncias por corrupción. El tema es que Lula, el mes pasado y en plena crisis, retomó la reforma ministerial (que en lo sustancial implicaba cambiar figuritas de un partido por otro nuevo que se sumara entonces al oficialismo) y cambiando 3 ministros dio por cerrado los cambios en sus ministerios, por lo menos hasta el final de su mandato, según dijo. De los 24 ministerios que tiene hoy el gobierno brasilero, el PT se ha quedado con 9, lo que ha sido leído por algunos medios en clave de debilitamiento del PT y de alejamiento de Lula con respecto a su partido. Uno podría decir que en Julio la cúpula del PT de la que Lula forma parte resignó sus intenciones autonómicas y cedió entonces a la presión de la burguesía que había visto alarmada la paralización de la reforma ministerial. En ese contexto, el análisis de Altamira no explica por qué la "hemorragia" generada por las denuncias no se detuvo al retomar Lula el camino que la burguesía le exigía. ¿Por qué la derecha no ayudó al gobierno a contener el escándalo una vez que este amplió la participación de los partidos de derecha en el gabinete? El "copamiento" del que habla Altamira habría vuelto a andar. Pero a pesar de ello la ofensiva contra el gobierno alimentada por la oposición no se detuvo. Si varios analistas coinciden (el mismo Altamira incluso) en que a la derecha brasilera no le interesa poner en riesgo la "gobernabilidad" de Lula porque teme una reacción popular a favor del líder histórico del PT, por qué entonces no se ha detenido el escándalo de la corrupción. Se me ocurren dos cosas: o a la burguesía (a la derecha) no le terminan de cerrar las reformas y quiere conseguir más concesiones del gobierno, profundizando el "copamiento", o las idas y venidas de la reforma ministerial no explica todo el contenido político de la crisis. No se puede hacer más que dejar abierta la discusión sobre el contenido político de la crisis, y esperar que más análisis interesantes como el de Altamira ocupen un "vacío" que hay sobre esta cuestión.

Otro tema de interés para cualquier análisis político sobre la crisis que atraviesa el actual gobierno de Brasil es dónde colocar a Lula y al PT en esta crisis (la posición de las masas se verá más adelante, aunque esté relacionado con el tema). Es decir, en los análisis sobre la actualidad brasilera se encuentran preguntan comunes sobre cuál es la dimensión de la responsabilidad de Lula en esta coyuntura de crisis, sobre si Lula es parte o no de la corrupción, sobre si tanto él como el PT podrían ser capaces de "girar hacia la izquierda" rompiendo con los sectores de la derecha y sosteniéndose en el apoyo popular. Estos interrogantes muestran los diferentes enfoques no solo respecto al escándalo de la corrupción sino al mismo carácter del gobierno de Lula, a la relación de las fuerzas políticas e incluso a la misma relación de fuerzas entre clases sociales en la sociedad brasilera actual.

En mi opinión, lo que primero hay que abordar y criticar contundentemente es cierto intento de reflotar y aplicar la archiconocida "teoría del entorno" o "teoría del cerco" para el presidente Lula. Los que plantean esta teoría, hablan de que Lula simplemente fue traicionado y en ningún momento se enteró de los sobornos o sobresueldos que pagaba el PT a través de colaboradores tan cercanos al mismo Lula como José Dirceu, José Genuino o Delubio Soares, todos ellos del "riñón" del PT. El exponente máximo de estas ideas fue quien "destapó la olla" de los negociados en el Parlamento: el diputado Roberto Jefferson, del Partido Laborista de Brasil. Jefferson fue el ariete que denunció el sistema de sobornos primero en una revista, y luego en el mismo Parlamento. Este diputado al que su pasado no lo avala justamente para discutir de ética, trató reiteradamente de despegar a Lula de las prácticas coimeras que él estaba denunciando. En sus declaraciones ante la Comisión de Ética del Congreso, Jefferson llegó a decir que si José Dirceu (Jefe de Gabinete en esos días, luego renunció) no se iba del gobierno "convertirá en culpable a un inocente, el presidente Lula". Y luego, como para graficar la situación, dijo que cuando él (Jefferson) habló con Lula en Enero pasado, se dio cuenta que el presidente no estaba enterado de los sobornos porque "estaba aislado por una suerte de cordón sanitario" (sic), y que todos los intentos de conversaciones "tropezaban con Rasputín", en alusión a Dirceu (Clarín, 15-6).

Esta escandalosa teoría, que como siempre trata de salvarle el pellejo a cualquier cabeza de una institución en crisis (porque no sea cosa de tirarse contra las mismas instituciones, ¿no?), es defendida con distintos matices por los medios de comunicación de peso en Brasil. Los grandes formadores de opinión no quieren que Lula caiga como consecuencia de la corrupción (opinión coincidente con la derecha brasilera, que ya no agita el juicio político contra el presidente) y entonces tratan de ubicarlo por fuera de las mayores culpabilidades de lo que pasó en sus campañas electorales o en el Parlamento. En esa lógica, es mejor apuntar los cañones contra Dirceu y varios miembros de la cúpula del PT, así como de los demás partidos involucrados (Partido Liberal o Partido Progresista) como destinatarios de los sobornos. Porque primero está el "orden institucional", la estabilidad política, la "gobernabilidad" de Lula. Detrás de esos argumentos burgueses está sin dudas el miedo a una crisis social que pueda aparecer a partir de la renuncia de Lula. Y como para cerrar este párrafo dedicado a la "teoría del entorno" aplicada en favor de Lula, hay que decir que ¡el mismo Lula! la ha esgrimido para salvarse. En una falta de respeto al pueblo brasilero, Lula salió a dar una conferencia en la cual dijo sentirse "traicionado por las prácticas inaceptables de las cuales nunca tuve conocimiento" y llegó a decirle a todo Brasil que "yo ciertamente estoy más indignado que cualquiera de ustedes" (Clarín, 13-8). Realmente increíble, ¿no? ¿Quién puede creer que el presidente no tenía nada que ver con que la cúpula de su partido y sus colaboradores más íntimos armaban una red de sobornos que implicaba a políticos aliados, empresas privadas y funcionarios de todos los rangos? Cuando se recurren a este tipo de teorías a uno le queda claro que se está tratando de explicar lo inexplicable.

Hay además, según mi opinión, una variante reformulada de esta "teoría del entorno" sostenida por varios analistas de la situación de Brasil. Según esos razonamientos, el presidente Lula puede doblar el timón de su gobierno, alejarse de sus aliados de derecha y volver a sus orígenes, es decir a los primeros años del PT. Lula podría romper su entorno actual, cada vez más rodeado de sectores de la derecha, y acudir al apoyo de los movimientos sociales y del pueblo que no quiere repetir una experiencia de neoliberalismo explícito como la que vivieron con Fernando Enrique Cardozo. Así piensa por ejemplo María das Graças Vieira, dirigente de la Central de Movimientos Populares en San Pablo y una de las líderes de la Unión Nacional de la Vivienda Popular. En una entrevista (2) declaró que "importantes sectores dentro del PT empujan hacia lo social. Algunos dirigentes priorizan la gobernabilidad y las alianzas políticas más que un proyecto de cambio social. Por eso pensamos que hay que profundizar la misma democracia. Lula no cambió. Sigue siendo un dirigente sensible, carismático, próximo a la gente. Está comprometido con el progreso de Brasil y de América Latina…". La organización a la que pertenece Graças Vieira firmó el 1 de Junio pasado, junto a más de 40 organizaciones y movimientos sociales, una "Carta al pueblo brasilero" (3) en la que bajo la perspectiva del "apoyo crítico" al gobierno de Lula se dice: "frente a la actual crisis, el gobierno Lula tendrá la opción de retomar el proyecto por el cual fue elegido, y que movilizó la esperanza de millones de brasileños y brasileñas. Proyecto este que tiene como base a la transformación de la sociedad y del Estado brasileños, una sociedad dividida entre los que todo pueden y todo tienen y aquellos que nada pueden y nada tienen". La carta advierte sobre la necesidad de cambiar la política económica, buscando reconstruir una nueva mayoría política y social en torno a una plataforma anti-neoliberal, en la que no tendrán cabida los sectores conservadores, actualmente en el gobierno. Pero al mismo tiempo estas organizaciones -entre las cuales resaltan la CUT (Central de los trabajadores) y el MST (los Sin Tierra)- dicen: "preocupados por el proceso democrático y también por las denuncias de corrupción que dejaron al pueblo perplejo, decimos públicamente que estamos contra cualquier tentativa de desestabilización del gobierno legítimamente electo, patrocinada por los sectores conservadores y antidemocráticos". De las varias lecturas que tuvo este pronunciamiento, me quedo con el de Sergio Ferrari, que refiere a los dilemas que deben afrontar aquellos movimientos sociales que se ubican en la perspectiva del "apoyo crítico": "apoyan a Lula; se distancian críticamente de su política económica; denuncian a los partidos conservadores -algunos de los cuales integran el mismo gobierno y tienen más peso en el poder que ellos mismos-; exigen reformas democráticas (señales, símbolos, cambios...)". Defender al gobierno en contra del "golpismo" de la derecha pero a la vez exigirle cambios en la economía a un gobierno que tal vez no tenga intenciones de considerarlos es una posición frágil y peligrosa, que tal vez en un futuro exija una mayor definición.

Pero otros analistas piensan que a Lula ya se le "pasó el cuarto de hora" para hacer girar su gobierno hacia la izquierda. Raúl Zibechi afirma que "su gobierno [el de Lula] ya terminó. Su última oportunidad fue, precisamente, la crisis en curso. Podría haberse comportado como un capitán en la tormenta, desafiar el peligro y tomar decisiones trascendentes. Podría haber roto con las elites, aunque se arriesgara al naufragio por "cerco y aniquilamiento" de su gobierno. En ese caso podía aún pelear, apelando a los movimientos, a las iglesias progresistas, a los millones de brasileños que quieren cambios. Sin embargo, optó por reforzar la política económica neoliberal" (Raúl Zibechi, El escenario post Lula, publicado en Rebelión - en la próxima entrega volveré a mencionar este trabajo). En esta perspectiva, sería estéril pensar en un cambio de parte de Lula hacia futuro.

Y algunos de los últimos gestos de Lula parecerían darle la razón a Zibechi y no a los movimientos sociales que firmaron la "Carta a los brasileros". Porque estos le pedían a Lula romper con los sectores conservadores y cambiar la política económica, y Lula respondió en los actos defendiendo -como no lo hizo con ningún otro ministro- a Antonio Palocci, su ministro de Hacienda (de Economía) ante los ataques que lo involucraban en el sistema de los sobornos. Palocci es una clara figura del neoliberalismo, digitador de las políticas económicas oficiales, y su presencia es imprescindible para la "tranquilidad de los mercados" y del poder económico. Lula declaró que si Palocci caía, su gobierno caía con él, atando su suerte a la de su ministro de Economía. Lula, cuando ha tenido que optar por girar hacia la izquierda o reafirmar su política de alianzas con la derecha, ha escogido sistemáticamente esta última opción. Y es difícil pensar que luego de haber puesto el destino de su Gobierno en manos de Palocci, Lula quiera transitar aquel camino que le piden los firmantes de la "Carta al pueblo brasilero". La defensa a Palocci parece un golpe de gracia a los anhelos de aquellos movimientos sociales.

Considerando que ha quedado sin análisis la posición del PT en esta crisis y las expectativas de que a partir de una "purificación" interna logre girar a la izquierda, prometo una segunda y última entrega de este trabajo, que como fruto de un análisis de una realidad en constante cambio puede llegar a quedar anacrónico (pero esos son los riesgos del enfoque periodístico). Además de lo dicho, en dicha entrega trataré de analizar las acciones de la burguesía y de los trabajadores a lo largo de esta crisis. Las posiciones de la izquierda brasilera en estos meses. Y debatir principalmente las posibles salidas que proponen los distintos actores y analistas, criticando y comparando las mismas.



Opiná sobre este tema

(1) Todas las citas están extraídas de "El derrumbe de Lula y la crisis brasileña", escrito por Altamira. Puede leerse en la página del PO o en Rebelión

(2) La entrevista puede leerse en Rebelion

(3) La "Carta al pueblo brasilero" puede leerse completa en Rebelion

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