Modelo para pagar

por Miguel Espinaco

No se puede dejar de reconocerle audacia. Más que audacia, una cierta inclinación a la épica barata que le da brillos de batalla a cualquier movimiento más o menos dictado por las necesidades de la situación y de los intereses que se defienden.

Es como en las películas, en esas escenas en las que lo que lo importa es la música de fondo que crea el clima necesario para trocar lo vulgar en espectáculo, o como en la muerte de Cabral soldado heroico que se repite hasta el cansancio en los libros de historia, que no sería más que otra muerte sin el muero contento tan adecuado a los dictados del heroísmo de historieta.

Pagarle al FMI no tiene nada de novedoso. El gobierno de Kirchner ya se había librado hace un par de años de los monitoreos de su autodesignado archienemigo pagándole montañas de dólares puntualmente en cada vencimiento, convirtiéndose en el gobierno que argentino que más plata le pagó a ese organismo. El pago decidido ahora, que cancela la deuda total con el FMI no constituye tampoco ninguna novedad: "todos los grandes deudores del Fondo están siguiendo la misma política: primero fue Rusia hace un año atrás (pagó 52.000 mill. de dólares); luego hace dos días Brasil (15.500 mill.), y ahora Argentina (9.810 mill.). Turquía, el otro gran deudor (16.000 mill.), está pagando a su vencimiento sin refinanciaciones, al igual que Indonesia (6.900 mill.). En los diarios de estos días se da a conocer que en julio pasado una "recomendación" del Fondo "sugería" que Argentina debía pagar su deuda con la reservas del Banco Central" escribe Eduardo Lucita en "Desendeudamiento: pagando lo que no se debe (mientras se mantiene impaga la deuda social)" publicada por la Agencia Walsh.

La pretendida originalidad se desvanece ni bien uno relee estos datos y deduce rápidamente que el asunto se parece más a una línea mundial de desendeudamiento del propio fondo - a un episodio que la historia mostrará seguramente como una nueva obediencia debida - que a una movida magistral y autónoma del gobierno argentino. Una nota de Maximiliano Montenegro publicada por Página 12, explica las razones de esa política mundial del Fondo: "desde que los republicanos volvieron a la Casa Blanca, la administración Bush adoptó la política de no capitalizar más (con "el dinero de los plomeros y los carpinteros norteamericanos") a los organismos multilaterales de crédito y por eso no hay nada que Washington vea mejor que el recupero de los préstamos que el Fondo otorgó durante las crisis de fines de los noventa. Después de los anuncios de esta semana de Brasil y Argentina, ahora sólo queda Turquía como gran deudor del organismo".

Desde el punto de vista financiero, la medida no cambia demasiado. Como escribe Néstor Scibona en La Nación "para el imaginario colectivo el Fondo Monetario Internacional es "el" gran acreedor del país, por más que las obligaciones pendientes con el organismo representen actualmente apenas el 7 por ciento del total de la deuda pública argentina", de modo que el pago apenas si adelanta algunos vencimientos de la gigantesca deuda, de los cuales casi la mitad se concentraban en el 2006.

Es evidente que el centro del problema es político y que tiene que ver más que nada, con la disputa interburguesa a la que ya hicimos alusión en una nota publicada en octubre de 2003 en esta revista: "basta observar que la suba de las tarifas modificará la estructura de precios a favor de las privatizadas y en contra de las empresas que consumen servicios públicos, especialmente las que consumen grandes cantidades de energía eléctrica. Unas ganarán más y otras ganarán menos, tanto más y tanto menos en relación al impacto de la esperada suba de tarifas." (Dos miradas para observar la guerra de las tarifas) Los analistas coinciden, justamente, en que uno de los principales resultados del pago anticipado al Fondo Monetario, es que restará capacidad de presión a las privatizadas para conseguir mayores aumentos de tarifas que afectarían a los "capitalistas nacionales" amigos de Kirchner. No casualmente, Antonio Rossi titula su nota publicada en Clarín "las privatizadas se quedaron sin lobby". Podría agregarse, en honor a la claridad, que lo que sucederá en realidad es que un lobby se fortalecerá relativamente a expensas de otro lobby.

Esta orientación a lo político hace que cualquier crítica financiera a la operación de cancelación haya quedado desestimada. El hecho puramente numérico de que parece absurdo que se haya cancelado deuda más barata en vez de deuda más cara - crítica que fue hecha por algunos observadores - no tiene sustento en este marco.

Lo que sí es sin duda grave, es el hecho de que se esté realizando con esta decisión el gran "punto final" para cerrar el capítulo de la deuda de la peor manera. No sólo se da un paso más para legalizar la deuda, pasando a los arcones de la historia cualquier análisis sobre su ilegitimidad, sino que el gobierno ha puesto un broche para traicionar hasta su propia lógica: mientras que para los bonistas usó el criterio del país quebrado para recortar aunque más no sea una parte de las acreencias, el designado malo de la película, el sindicado por el propio Kirchner como el gran responsable de los males de los 90, cobra todo. Y encima al contado.

Argumentos

Más allá del limitado impacto económico resultante de pagar antes lo que de cualquier forma Kirchner estaba resuelto a pagar después, el anuncio ha sido hecho con bombos y platillos y ha sido enredado en argumentos que bien vale desatar uno a uno.

El más importante de esos argumentos, sin duda, ha sido el que versa sobre la supuesta libertad que gana el país. La novel ministra Felisa Miceli lo sintetizó explicando que "la Argentina ha ganado muchísimos grados de libertad, en el aspecto político, en el frente económico y en materia financiera. Esos grados de libertad, que serán utilizados en forma armoniosa, servirán para seguir creciendo sostenidamente. Y, en especial, para mejorar la distribución del ingreso, tarea en la que tenemos que seguir avanzando".

Digamos antes que nada que el asunto de la distribución del ingreso es apenas una promesa y, por lo tanto, creerla es una cuestión de fe. Por lo pronto, los antecedentes del gobierno declarante no le aportan ninguna credibilidad. Según explica Eduardo Lucita en el artículo ya citado, la diferencia entre lo que se apropia el 10% más rico de la población y lo que recibe el 10% más pobre, se agrandó de 26 veces a 29 veces desde el 2001 pero antes de este dato que puede resultar algo abstracto, alcanza con observar que la ayuda social de los planes jefes de hogar se ha mantenido inamovible en estos años, lo cual significa que ha descendido a menos de la mitad por obra y gracia de la consabida inflación post devaluación.

Por otra parte, eso de la libertad es claramente discutible. En principio, digamos que pagar todo lo que te reclaman no se parece mucho a una demostración de libertad, sino más bien a una muestra de disciplinamiento; tal es la lectura que hace el diario La Nación en su nota editorial del 17 de diciembre, después de respaldar la medida: "asumir con responsabilidad los compromisos contraídos y honrar las deudas tiene que ser una cualidad que nuestro país debe recuperar para reinsertarse en el mundo como una nación confiable, creíble y previsible".

Pero más allá de eso, el gobierno no ha ganado ninguna libertad respecto a sus amigos empresarios, respecto a esos que cartelizan los precios, a esos que consiguen sobreprecios en la obra pública y respecto a los renovados actores de ésa que podríamos llamar la patria exportadora. Todos ellos han dado su apoyo a la medida, pero poniendo el acento en la protección del sagrado superávit. "Nos debería ayudar a sentar las bases de un crecimiento sostenido, con mayor equidad social y equilibrio regional" escribe prometedora la Bolsa de Cereales en un comunicado, pero enseguida aclara: "siempre que se mantenga el respaldo de reservas al circulante monetario y el superávit fiscal, a los cuales contribuimos todos los argentinos".

El Presidente del Banco Macro Bansud Jorge Brito, reaccionó en la misma línea ni bien un periodista lo interrogó sobre si la economía había hecho un giro a la izquierda: "no creo que sea así, porque este Presidente está priorizando el superávit fiscal y eso es bueno", explicó el banquero.

Y el gobierno, por su parte, no se cansa de tranquilizar a sus amigos. En un encuentro organizado nada menos que por el Grupo Techint diez días atrás, Felisa Miceli insistía en que "vamos a trabajar fuertemente en sostener el superávit fiscal y en generar un fondo anticíclico, que funcione como ancla antiinflacionaria".

Otro argumento importante esgrimido por el gobierno, ha sido el de la fortaleza fiscal, especialmente dirigido a los famosos "mercados", cuyos voceros expresaron cierta preocupación por el abrupto adelgazamiento de las reservas del Banco Central. Es que el gobierno echó mano a una renovada alquimia financiera para separar lo que llamó las "reservas de libre disponibilidad" que supuestamente excederían los saldos necesarios para dar cobertura al circulante a tres pesos por dólar. Aunque algunos señalen que no han sido contadas deudas en dólares del Banco Central por emisión de letras - motivo por el cual las reservas que sobrevivan al pago no serían suficientes - y otros tantos opinen que después de tanto enredo contable el Tesoro Nacional sólo habrá cambiado de acreedor, que lo que antes debía al Fondo se lo va a deber ahora al Banco Central, lo cierto es que la ecuación política parece darle ganancia al gobierno de Kirchner: cuentan que su imagen subió diez puntos y recuperó lo perdido después de los incidentes Borocotó y Bielsa. Eso, y las expectativas de que los dólares sigan fluyéndole al gobierno como socio menor de la ola exportadora, hacen que momentáneamente todas estas dudas no tengan demasiada importancia.

El otro gran debate es si la plata podría haberse usado para otra cosa. La deuda interna volvió a reaparecer en los lamentos de algunos cronistas y en opiniones más elaboradas que tomaron debida nota de que plata había, que había más reservas que las necesarias y que en el país en el que los desocupados tienen que rogar que les paguen un miserable aguinaldo de setenta y cinco pesos, bien podría haberse hecho otra cosa.

Con el hambre del pueblo

"No tiene lógica económica; es un absurdo", explicaba un funcionario que no es identificado, citado por el diario Página 12, cuando se le preguntaba si la misma plata que se usa para pagarle al FMI, no podría haberse usado para aumentos a jubilados o a desocupados o bien para obra pública.

Uno lee la argumentación y no puede menos que pensar que están tomándole el pelo. El tipo le explica al cronista que las reservas son del Banco Central y no del Tesoro Nacional, cuestión que no importó demasiado al momento de decidir el desembolso con el acreedor estrella, y después se mete en un intríngulis técnico que se explica a si mismo, y resulta por ello, no ya una traición a una supuesta lógica económica, sino directamente a la propia lógica.

El funcionario explica - según Alfredo Zaiat del diario citado - que las divisas están depositadas en el exterior; que si se sigue esa lógica que plantean algunos dirigentes de la oposición habría que traer esos dólares, venderlos en el mercado con la consiguiente caída de la cotización, porque no hay una demanda genuina tan importante; que el retroceso del tipo de cambio provocaría un efecto negativo sobre el modelo de desarrollo de fomento de las exportaciones, de sustitución de importaciones y de creación de empleo, forma eufemística de llamar al modelo para pagar que sostiene el gobierno de Kirchner.

Por las dudas, contesta también a los que pudieran plantear que el problema se resolvería con emisión monetaria contra esas reservas, avisándoles que esa política de expansión exagerada tendría un efecto inflacionario, dada la estructura concentrada y oligopólica en sectores importantes. "Se dicen cosas que no tienen nada que ver con la economía", concluye didáctico nuestro funcionario.

Es impresionante la capacidad de esta gente para sustituir velozmente el discurso político por el artilugio económico y viceversa, depende qué convenga. Ya dijimos cómo en un punto importa que las reservas sean del BCRA y al siguiente no. Veamos esta cuestión de las divisas depositadas en el exterior.

La primera cuestión es por qué se acumularon reservas, no solo estos casi diez mil millones que se usarán para la cancelación anticipada, sino los catorce mil que se le han pagado al Fondo Monetario en los últimos años. Lógicamente, la cuestión tiene que ver con el modelo que tan ampulosamente describe nuestro funcionario y que nosotros hemos rebautizado como modelo para pagar. Nótese, que si la intención del gobierno hubiera sido empezar a pagar la remanida deuda interna, esta montaña de dólares que fue a parar a las reservas hubiera tenido otro destino.

La preocupación por la baja del dólar que provocaría la venta de esos dólares en el mercado local "porque no hay una demanda genuina tan importante" es apenas otro salto mortal desde la política hacia la economía. Existen - inclusive en el arsenal técnico económico del capitalismo - un montón de herramientas para equilibrar la balanza de pagos permitiendo la entrada de productos importados hasta el punto en que solucionen los problemas de oferta agregada que una política apuntada a remediar el hambre del pueblo generaría.

Obviamente, si esos miles de millones que gota a gota se juntaron para pagarle al Fondo se hubieran destinado a solucionar el drama de la indigencia mediante subsidios a la desocupación o a través de planes masivos de obra pública o por el mecanismo que fuera, las bocas que se hubieran sumado a la mesa hubieran demandado más importaciones para superar los problemas creados "por la estructura concentrada y oligopólica en sectores importantes" que tanto preocupan a este señor y el resultado hubiera sido que no habrían existido estas reservas que, ahora descubrimos, eran de libre disponibilidad.

Claro que otro resultado que conviene no olvidar, es que se hubieran afectado los intereses de los empresarios que conforman esa estructura concentrada y oligopólica, empresarios que consiguen muy buenos frutos de este modelo que, desde su punto de vista, es un modelo para ganar. Y mucho.

Las promesas para el futuro - ya lo hemos dicho - no cambian. Los seis mil millones del presupuesto que iban a servir para pagar la cuota de este año al fondo quedaron desafectados, pero ya la Ministro presentada como gran redistribuidora dijo que serán afectados al fondo anticíclico, o sea que serán guardados para que cuando le vengan las vacas flacas a las arcas del gobierno, se pueda seguir pagando la todavía gigantesca deuda existente.

Paga paga, algo quedará

El efecto publicitario del pago al FMI es importante, especialmente porque ese organismo internacional se ha convertido en el acreedor paradigmático. Sin embargo, la deuda hoy se cuenta en bonos y es tan grande, que habría que hacer casi trece pagos como el anunciado para cancelarla completa.

Felisa Miceli dijo por estos días que la Argentina "consiguió compromisos para colocar títulos de la deuda pública por 3.000 millones de dólares", nuevos bonos que se sumarán a la deuda post pago al fondo. Y las deudas con el Banco Mundial y con el BID se mantienen en pie como si tal cosa.

Llamar entonces desendeudamiento a este pago es cuando menos exagerado, pero justamente con esas exageraciones se dibujan los imaginarios que hace que mucha gente aplauda al gobierno porque "por lo menos no se roba la plata y la usa para pagar".

Aunque aceptáramos el argumento del gobierno de que el pago atenúa el monitoreo constante del fondo y que entonces se gana libertad para tomar decisiones propias, las presiones de control del capital internacionalizado se mantendrán mal que le pese a la "burguesía nacional" y al Estado que lo representa. Este pago cash, atendiendo a la línea mundial de hacer líquidos los pasivos del fondo, habla por sí solo.

De cualquier modo, la deuda no es el único método de presión. La reiterada seducción a las inversiones que todos los gobiernos capitalistas imitan sin pudor, funciona también como un mecanismo de contralor que reemplaza con eficiencia los seguimientos de los organismos internacionales, cuya acción como policía de la deuda marcó la década del 90.

Más allá de eso, esta supuesta burguesía nacional no tiene ninguna intención seria de "liberarse". Su objetivo más audaz es el de integrarse a los negocios mundiales manteniendo algún margen de juego propio, tirando de la cuerda hasta donde dé, sin poner en riesgo al capitalismo con el que ganan plata con el trabajo ajeno y soportando - como un mal necesario - los mecanismos de dominación que el mismo capitalismo, inevitablemente engendra.

El gobierno de Kirchner sigue la política de esos empresarios como una sombra y por eso, haciendo poses para la foto, forzando la lógica hasta los límites del ridículo y vistiendo a la mona de seda, paga una deuda que no pocos de sus propios seguidores ni vacilarían en llamar estafa.



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