Breves de sábado (30/09/06)

Una protección tamaño oficial

por Miguel Espinaco

La desaparición de Jorge Julio López en la ciudad de La Plata, se ha convertido ya en una preocupación central en el país y no es para menos, ya van trece días y no aparece. Lo que sí es verdaderamente llamativo - más que llamativo, vergonzoso - es que haya tardado tanto en llegar al centro de las noticias.

Ya era miércoles y habían pasado tres días de ausencia y el diario oficialista Página 12 - que se ocupa de poner en tapa casi todo lo que tenga que ver con el tema derechos humanos - recién le brindaba una nota secundaria. Habría que esperar hasta el sábado que pasó, después de que una movilización de 5000 personas en La Plata llamara la atención sobre el tema, para ver en tapa el caso López, con el título testigo en peligro sorpresivamente encerrado en signos de pregunta.

Recién este lunes hubo una voz oficial, la del gobernador de Buenos Aires Felipe Solá, que habló del primer desaparecido en democracia. La definición tajante ya había sido desestimada a mitad de semana por Alberto Fernández y por Arslanian y usada sin mayor impacto por algunos organismos de derechos humanos, pero la conferencia de prensa del gobernador la puso en primer plano.

Las razones de esta demora, que en un caso de esta índole puede resultar en una cuestión de vida o muerte, tiene que ver con cuestiones de intereses políticos. Durante toda la primera semana, las filtraciones - seguramente interesadas - hablaban de un posible extravío de este señor de 77 años, por causa del shock que habría resultado de remover su dolor con la declaración en el juicio a Echecolatz. Otras versiones sugerían que, probablemente por miedo, el mismo López se había escondido. El tiempo convirtió en insostenibles esas posibilidades, en puro verso, y Solá pegó primero saliendo a reconocer la hipótesis que a esa altura resultaba casi obvia.

Y ahora carteles por todos lados, recompensas ofrecidas a quienes den datos sobre el paradero de López, lamentos de políticos, pero poco y nada de información. En medio de todo esto nos enteramos de que la Policía de la Provincia de Buenos Aires cuenta todavía entre sus filas con represores de la dictadura y que ahora recién los echarían, y en los entre líneas de las declaraciones caben todas las sospechas de que los que hablan, saben mucho más de lo que dicen.

Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto, parecen hoy lamentablemente más preocupadas por dejar a salvo a Kirchner del vendaval político, que por llegar al centro de la verdad. La dirigente histórica de las Madres de Plaza de Mayo declaró "esta es una operación muy grande que quieren hacerle al presidente Kirchner " y que "tanto la derecha como la izquierda lo están usando" y planteó dudas sobre el propio López, lo que provocó el enojo de su hijo que respondió que "tratamos de no escuchar esas cosas para estar tranquilos". Hasta el propio presidente del tribunal Carlos Rosanski salió a contestar tan burdas declaraciones: "lo peor que se puede hacer es investigar a la víctima", dijo.

Estela de Carlotto, por su parte, volvió a insistir en que se trata de "una persona muy mayor, enferma" para recordar la posibilidad ya casi descartada de que "podría estar guardado en algún lugar, shockeado" y habló de mercenarios, a pesar de que ya el problema no parece tan simple como eso.

Ya en 2002, el propio Arslanian reconocía que en los secuestros intervienen fuerzas policiales, porque demandan mucha "logística, seguimientos y una serie de cosas". Gabriel Martín, exagera en un artículo publicado por la agencia Rodolfo Walsh que "la banda que lo secuestró debe tener una logística superior a Al Qaeda para que no haya el más mínimo indicio del paradero de López", mientras la mitad de la policía y de la Side lo busca.

La exageración polémica sirve: no se trata entonces de simples mercenarios, se necesita de una protección tamaño oficial para esfumar a alguien durante dos semanas y para que los rastros no se encuentren. Solá podrá seguir exhibiendo su cara de preocupación en las conferencias de prensa como si tal cosa y Kirchner hablando de cómo "buscamos con desesperación al compañero López", pero ninguno de los dos podrá seguir mostrándose mucho tiempo más como ciudadanos del montón tan preocupados como cualquiera por lo que pasa. Ellos son responsables del aparato de represión que sobrevive al interior del propio Estado, que ya acumula entre otras tantas perlas, unos quinientos casos de gatillo fácil. Ellos son los que deben rendir cuentas por los aparatos policiales y de inteligencia que, por lo que parece, todavía son capaces de desaparecer gente en Argentina.


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