Apuntes sobre socialismo

Controladores controlados

por Miguel Espinaco

En este esquema que hicimos para analizar las variantes alternativas que se postularon para calmar los males del capitalismo, habíamos empezado por hablar de las que llamamos reacciones, los que dicen: "qué problema es el capitalismo, volvamos atrás para ahorrarnos las complicaciones y listo". Decíamos que el extremo lógico de esta postura era el regreso a un mundo sin industrias, a un mundo sin tecnologías para producir en gran escala, a un mundo incapaz de abastecer las necesidades de todos los habitantes del planeta. Coman pasto, millones de vacas no pueden equivocarse, o su otra variante - la que habla de las moscas - pueden ser frases muy graciosas, pero también son perfectas ironías que muestran claramente la imposibilidad de volver atrás la rueda de la historia.

Como decíamos antes, estas ideas nunca se presentan en estado puro. Nadie llega al extremo de decir coman pasto, pero esta tensión es una tensión presente, expresión de un sentimiento también presente, que aparece cuando queda claro que cada avance que debiera mejorarnos la vida, la termina empeorando.

La segunda variante de alternativas que se presentaron, agrupa las que hemos denominado como parches, como intentos de ordenar el desorden capitalista. Muchos vieron con claridad que esto de la ley de la oferta y la demanda lanzada a la buena de dios, no funcionaba como decían los libros de propaganda. Había períodos de bonanza y después crisis espectaculares que desmoronaban el trabajo de años. Vieron con claridad también, que la propiedad privada tenía la mala costumbre de privar de propiedad a la mayoría de la gente, que lejos de repartirse la riqueza para la felicidad de todos, el mercado hacía funcionar a toda máquina aquello de que la plata llama la plata, de modo que los ricos se iban convirtiendo cada vez en más ricos y los pobres cada vez en más pobres.

La forma de razonar de los que defienden estas ideas es la de que el capitalismo no es tan malo, lo único que haría falta sería controlarlo, ponerle normas que impidan que el pez grande se coma al chico, ponerle una mano que frene los desastres que hace la mano invisible del mercado. Así de simple, pero también así de inútil, porque la mano invisible del mercado, que no es tan invisible, se las ha arreglado siempre para controlar a los supuestos controladores.

Y si no fijate. El estado, que ha sido siempre pensado y presentado como el controlador por excelencia de los desajustes producidos por el capital, ha sido siempre o casi siempre postulado, elegido, y en su caso corrompido por el capital, que lo ha usado para perpetuarse en su necesidad de seguirse multiplicando a costilla de los que laburan. Las leyes, que en teoría debieran ser controladoras de la justicia, se inspiran en las necesidades de los lobbies empresarios, en las necesidades de los que tienen plata para, por ejemplo, flexibilizar a los trabajadores. Los jueces, presentados como los que administran la justicia, lo único que administran es el mantenimiento de la injusticia de la miseria y la explotación legalizada.

Pero esto de los parches tiene larga historia. Casi que la historia de los defensores del capitalismo ha sido la historia de pensar los parches para que sobreviva, la historia de pensar leyes, organizaciones, estados de uno y otro tipo, teorías, porque el caos al que lleva la lógica capitalista en estado puro, hubiera sido insostenible.

La próxima vez voy a escribir de algunas de estas variantes. Lógicamente, voy a pasar revista a las variantes del estado benefactor y regulador y a las propuestas de los que hoy proponen humanizar el capitalismo, entre otras tantas ideas que se pensaron o se probaron durante estos tiempos de reinado del capital.

Hasta el número que viene.

Próxima entrega: Muletas


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