Autitos chocadores

por Miguel Espinaco

I´m in love with my car
Gotta feel for my automobile
Get a grip on my boy racer rollbar
Such a thrill when your radials squeal
(I´m in love with my car - Queen)

El auto ya es más que un medio de transporte, mucho más que un mero medio de transporte.

A lo mejor al principio, pero hoy por hoy el auto propio es el símbolo mismo de la propiedad. Sobre sus ruedas se dibuja la metáfora de la libertad de moverse, el viento que entra por la ventanilla para que el cabello vuele como en una toma de película.

El auto es más que un medio de transporte y te define, te pone una cara sobre tu cara, es tu marca registrada ante los otros. Como un espejo, te refleja el aire de familia o el desenfado o la audacia o la elegancia. Como si fuera mucho, muchísimo más que fierros y que plástico, él parece el que maneja y vos el manejado, es él el que seduce chicas o el que te da chapa de Ser Social, el que marca tu lugar en el mundo.

El auto es todo eso y también es un problema que crece cada día. Es el humo de los escapes y las ciudades convertidas en campos de batalla, es las rutas y las autopistas a ciento ochenta y el combustible consumido a ya no sé cuántos dólares el barril, es el crecimiento desaforado de cientos de millones que de pronto ocupan dos toneladas de espacio más cada uno y ya no entran, o no pueden vivir sin atropellarse en una guerra sin tregua en la que los autos matan a la gente y se matan entre ellos como gladiadores enloquecidos.

vamos de paseo pi pi pi
en el auto feo pi pi pi
pero no me importa pi pi pi
por que llevo torta pi pi pi
(En el auto de Papá - Pipo Pescador)

Los diarios tienen una página de choques.

Cada dos por tres las rutas y las esquinas se vuelven noticia, pero mucho más seguido todavía, la pantalla de Crónica o la de TN muestran fierros retorcidos y sospechas de sangre y estadísticas de muertos y de contusiones y de heridos grandes.

Entonces atrás vienen las palabras como cataratas hablando de responsabilidades y de leyes de tránsito que no se cumplen, recordando aquella parodia de Fabio Alberti de qué nos pasa a los argentinos, eh?, pidiendo mano dura para el tránsito enloquecido, controles de alcoholemia, multas a los infractores, use el cinturón de seguridad, papá manejá despacio te esperamos.

Se habla mucho menos, casi nada, de la infraestructura que no existe para que los autos liberen las pasiones que muestran en las publicidades, se habla mucho menos, casi nada, de lo ilógico de cada cual su auto para inundar las ciudades y las autovías, de lo delirante de un mundo en el que cada uno es compelido a formar parte del clan, a tener su auto para ir a cualquier lado, se habla mucho menos, casi nada, de que no hay medios de transporte masivos buenos bonitos y baratos para reemplazar el auto.

Peor todavía: como una demostración de que pertenecer tiene sus privilegios, te muestran por la tele la locura de los pasajeros en Constitución, desquiciados porque ni siquiera saldrá el tren en el que viajarían apretados, pobre gente, decís.

Y pensás: por suerte tengo auto.

Carro velho
Carro velho pra quê?
Se é pra ficar no caminho
Eu prefiro nem ter
Eu quero ter um novinho
Eu quero um tipo cupê
Um dia eu ganho sozinho
Aí é que vocês vão ver
(Carro velho - Paralamas)

Algo falló al comienzo, como un árbol que creció torcido.

En realidad la torcedura era el resultado esperable de una línea de avance de la humanidad que no resulta de ninguna planificación, que es el resultado de algo demasiado parecido a la casualidad.

El interés privado del capital hace su juego razonable a cada rato y lo que le conviene se ve muy inteligente, apropiado, pero cuando uno lo mira después desde lo que habría sido mejor para el interés común, el asunto se ve como un enredo, como un grosero error histórico.

El auto fue un gran invento, inclusive cuando funcionaba apenas mejor que una carreta con caballos. Lo que no fue un gran invento para nada, fue la masificación de su propiedad, la suma de elementos culturales que se adhirieron al automóvil.

Parece extraño decir esto pero no es tan extraño. Inclusive, si uno hace un esfuerzo y ensaya una especie de ucronía, el propio capitalismo podría haber hecho las cosas de otra forma y el automóvil podría haberse desarrollado como un elemento para alquilar en determinadas ocasiones, imaginate: grandes empresas locatarias de automóviles para que uno pueda ir a pescar, digamos, o a la casa de la tía en el campo, cosas para las que el automóvil resulta irremplazable.

Pero las cosas no fueron así. El auto entró en una polémica empresaria sobre si iba a ser propiedad privada para pocos o propiedad privada para muchos, pero lo que estaba claro era que iba a ser propiedad privada. Los límites objetivos de esa decisión - el tamaño del mundo para contener tantos autos, el tamaño de la atmósfera para bancar tanta contaminación - nunca estuvieron en discusión en el mundo del capital, el único árbitro de la polémica era, como siempre, la ventaja de una u otra orientación en el objetivo de fabricar ganancias.

Nadie jamás
vio amigos más unidos que esos dos
que a un tiempo descubrieron
el fuego del licor, el brillo del dinero,
el automóvil, el cine y la mujer.
(Juan y José - Joan Manuel Serrat)

En Europa, las fábricas de autos aparecieron por 1880. La compañía Daimler sacó en 1896 el primer camión y en 1900 el primer automóvil verdadero, el Mercedes. La Benz también andaba en eso por aquellos días y al final terminarían siendo una sola marca.

Los Estados Unidos entraron al juego más tarde y fue Henry Ford el que vio la veta. Su asociación con los hermanos Dodge duró poco porque ellos opinaban que había que hacer coches de lujo y de alto precio y Ford no, Ford defendía lo contrario: algo sencillo y barato para que la producción en serie redujera los costos, bajara los precios, aumentara la demanda y maximizara los beneficios.

Así fue que a principios de 1908 apareció el famoso Ford-T a sólo quinientos dólares, bastante menos que los dos mil dólares que valía un coche por aquellos días.

"Yo construiré un auto para la gran multitud...tan barato que ningún hombre sea incapaz de tenerlo" prometía el Enriquito aunque exageraba bastante. "Daré a cada americano un automóvil del color que prefiera, con tal de que sea negro", bromeaba, porque las ganancias son así, te ponen de buen humor.

De la noche a la mañana muchos podían comprar su propio vehículo y eso revolucionó los hábitos sociales del país. El modelo Ford-T que, según decía la propaganda "podía hacer de todo, incluso lavar platos", se vendió de a montones, medio millón en 1916, dos millones en 1923 y, para 1927, fecha de su retirada de producción, se había llegado a quince millones de Ford-T.

Todos negros.

Esta noche vamos a triunfar, en mi coche
Esta noche por la capital, en mi coche
Esta noche no nos pararán, en mi coche
Ponte el cinturón, échale cojones..
(En mi coche - Taxi)

Después se llenó de coches de todos los colores, de esos grandes y redondos como cucarachas - esos de los que uno siempre espera que salga un gangster - y de esos largos como yates que derrapaban en las películas y ocupaban las calles de San Francisco, y de autitos japoneses y europeos tan super sport, y de estancieras, y de descapotables, y de camionetas fuertes para el campo, y de limusinas, y de cuatro por cuatros dieciséis.

La cosa es que en 2003 ya se producían unos sesenta millones de automóviles al año, de los que Estados Unidos fabricaba unos doce, en 2005 ya se fabricaban unos sesenta y tres millones y en 2010 se espera que el número llegue a setenta millones, algo así como unos doscientos mil autos nuevos por día.

Pero encima China. En 1990 había sólo un millón de automóviles en las tierras de Mao y quince años después ya eran catorce millones y medio.

Las bicicletas, que son muchas, empiezan a ser empujadas de las ciudades para dar lugar a los autos que para 2020 serán ciento cuarenta millones fabricando smog en aquel lejano Oriente.

Entonces pegaditos, paragolpe con paragolpe, alcanzarán para ocupar diez veces todo el largo de la larguísima muralla.

Y ahora todo es una luz tan clara que a mi lado ya no hay nada
solo alegría, paz y armonía y esa luz que es tan tibia
y te prometo eso no era un sueño en ese auto estaba yo
y ese auto estaba todo roto y con fuego en su interior.
(Amanece en la ruta - Sueter)

Llené de estadísticas la barra de la derecha - tomadas de www.percance.com.ar - porque quedan bien y porque a veces hasta sirven. Lástima que se puedan hacer tantos enjuagues y entonces andá a saber cual es el número que vale y el que no, pero no es mi culpa.

Al igual que poseedores de la avenida más ancha y de las minas más lindas, los noticieros me habían convencido de que éramos campeones mundiales de autitos chocadores y de que eso sucede porque somos malos conductores, irresponsables y caídos del catre. Me fui a ver los números y mirá.

Luchemos por la Vida, una organización no gubernamental, dice que los accidentes son la causa de veinte muertes por día - lo que da unas siete mil al año - el Instituto de Seguridad y Educación Vial, que es un centro privado dedicado al estudio e investigación en las materias de tránsito habla de casi once mil víctimas fatales, el Sistema Estadístico de Salud habla de tres mil quinientos y el Renat de un poquito más de tres mil.

Claro, ya te diste cuenta. Entre tres mil y once mil hay una diferencia un poco exagerada que no puede justificarse por factores de corrección o por métodos de cálculo, pero que de alguna forma debe poder justificarse ¿no?

Riding along in my automobile
I's anxious to tell her the way I feel
So I told her softly and sincere
and she leaned and whispered in my ear
cuddlin' more and drivin' slow
(No particular place to go - Chuck Berry)

Como nosotros, se pregunta Raúl Kollmann desde Página 12: ¿en la Argentina mueren 12.500 personas por año en accidentes de tránsito, convirtiendo al país en campeón mundial? ¿O los que mueren son 7100? ¿O 4111?. Y no se contesta: "la increíble controversia es el corazón de una polémica que esconde los más variados intereses".

Intereses, a ver a ver.

El doctor Alberto Silveira, voz cantante de Luchemos por la Vida, explica que su asociación no tiene financiamiento de empresas, que se basa en el voluntariado, que no asesora en juicios por indemnizaciones por accidentes de tránsito, que ni siquiera recomienda abogados y que sólo tiene un pequeño convenio de cinco mil pesos mensuales con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para evaluar y capacitar personas cuando sacan el registro. Digamos: monedas. También explica que las estadísticas oficiales de la Provincia de Buenos Aires le suenan un poquito dibujadas.

Lo del Instituto de Seguridad y Educación Vial que jura que la Argentina es campeona mundial de la muerte en calles y rutas y que habla de más de doce mil muertes por año es un poco más complicado. Resulta que esta gente es una entidad privada que vende capacitación para choferes de empresas privadas municipios y provincias, que consiguió en Honduras un contrato con el Banco Mundial para desarrollar un programa de Seguridad Vial y que quiere conseguir otro en la Argentina por unos cinco millones de dólares para políticas de seguridad vial. Esto ya no parecen monedas.

Pero no es todo: entre los integrantes del ISEV está la Asociación Argentina de Compañías de Seguros y a las empresas de seguros les conviene que las estadísticas de mortalidad sean altas porque es buena excusa para aumentar las primas de las pólizas de seguro de autos, en especial el seguro contra terceros, que vendrían a ser los otros que se mueren a tantos por día.

Dejo atrás los cerros de Monterrey
vuelan las gaviotas se acerca el mar
una curva menos un metro mas
que me llevaran donde quiero estar.
(Música de automóvil - Julieta Venegas)

De cualquier modo, las diferencias en las estadísticas no se trasladan a las propuestas. Todos por igual, nos echan la culpa.

Luchemos por la Vida habla de crear conciencia, de educar a la población y de promover la entrada en vigor de leyes apropiadas y de su efectiva vigencia. Son sus tres pilares programáticos que pueden leerse también al revés, entonces el problema se reduce a que somos unos inconscientes, a que somos unos maleducados y a que de cualquier forma no vamos a aprender, así que mejor tener a mano un buen garrote.

El Instituto de Seguridad y Educación Vial, publica un documento al que llama pomposamente "Bases de implementación de Programas de Institucionalización de la Seguridad Vial en países en desarrollo latinoamericanos", pero sus conclusiones no resultan tan sofisticadas como promete su título y si bien aborda otros aspectos, no escapa a la cantinela general de la educación y la sanción.

El Estado, en tanto, ha decidido hacernos custodiar por expertos. Claro que también habla - como todos - de educación desde la escuela para que cuando los chicos sean mayores sepan ser responsables para conducir un vehículo, si seño, claro que sí. Pero fieles seguidores de la máxima peronista de que el hombre es bueno pero si se lo vigila es mejor, ya largaron el decreto 516/2007 para asignar "a la Gendarmería Nacional las funciones de prevención y control del tránsito vehicular en las rutas nacionales y otros espacios del dominio público nacional".

Oficial: ¿esto no se podrá arreglar de otra manera?

Die Katzen springen
Die Vögel fliegen
Die Hunde bellen
Die Ziegen fliehen
Wenn du mit
Deinem Automobil
Angefahren kommst
(Du Und Dein Automobil - Stereo Total)

Pero claro, no es sólo Argentina.

Firestone y el Automóvil Club Argentino armaron una campaña por la seguridad vial que queda tan bien y está de moda, y ahí hablan de un millón doscientas mil personas muertas por año en choques en todo el mundo, y ahí hablan de que el costo financiero global por la atención de heridos en accidentes en todo el mundo es de quinientos dieciocho mil millones de dólares por año, y de que en los países de bajos o medianos recursos se gasta más en choques que en desarrollo sanitario. El Banco Mundial da cifras parecidas y agrega que los accidentes de tránsito son la novena causa de mortandad y que en veinte años será la tercera y que la mayoría de las muertes ocurren en los países en desarrollo que, como siempre, pican en punta en las estadísticas de males.

Obviamente, que el problema de los autitos chocadores no sea un problema pura ni principalmente argentino no es un dato para tranquilizarse sino para poner la crítica en otra perspectiva, para sacarla de la pavada simplista que pone todo el acento en la famosa imprudencia y omite la obviedad de que el automóvil como objeto particular y como símbolo cultural de la propiedad privada, no podrá sobrevivir sin ocasionar traumas crecientes.

Al uso irracional de la energía que se consume multiplicada hasta el delirio, al efecto contaminante de millones de motores a explosión que no serían necesarios desde un punto de vista social, habrá que sumar los efectos lentos pero sostenidos de los accidentes de tránsito que asesinan a usuarios y a convidados de piedra, porque en el sesenta por ciento de las muertes mundiales las víctimas resultan ser los peatones.

Viernes a la noche
yo subo a mi carro
pongo la primera
salgo a levantar
yo no discrimino
a gordas o flacas
petisos, pelados,
todo me da igual
(Subí que te empomo - Todo por dos pesos)

El desarrollo de los medios de transporte no ha sido más que una manifestación particular del enloquecido desarrollo capitalista condenado a crecer como un árbol torcido, un poco para arriba, un poco para el costado, hasta que se te cae encima.

Lo raro hubiera sido lo contrario, porque cuando no se puede pensar hacia dónde se va, llegar a algún puerto oportuno depende apenas de la suerte, nunca jamás de la buena orientación o del buen manejo del timón.

El auto fue parido porque era una necesidad para cubrir distancias y con él, el camión para llevar mercaderías y los transportes colectivos de personas. Al mismo tiempo, el automóvil fue impuesto como objeto cultural, como representación ideal que excede su valor de uso, porque esa imposición era una necesidad para que se vendieran muchos, para que los empresarios multiplicaran sus ganancias y así el capital pudiera cumplir su misión de seguir fabricando capital.

Hoy por hoy, la industria automotriz es un monstruo mundial que aporta anualmente cuatrocientos cincuenta mil millones de dólares a los estados en concepto de impuestos y emplea a más de 50 millones de personas y le llena los bolsillos - y mucho - a unos cuantos accionistas. Con estos números, solo un ingenuo esperaría que los empresarios enderecen el árbol torcido y abandonen por propia voluntad la máquina de fabricar dólares. Antes, seguirán barriendo los muertos debajo de la alfombra.

Como en tantas otras cuestiones - la medicina, la producción de alimentos, la vivienda - sólo una sociedad capaz de pensar y resolver su futuro por sí misma, capaz de decidir qué se fabrica, cuánto, para qué y cómo, podría empezar a hacer fuerza para enderezar los árboles que nacieron torcidos y que seguirán torciéndose inevitablemente, mientras lo que importe sean los negocios.


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