Ciudad de afiches

por Javier González

El colectivo recorre lentamente las calles santafesinas transportando como ganado a los miles de trabajadores que día a día construyen esta ciudad malograda.

Apenas tosiendo van los colectivos, vomitando monedas truchas y amasijando gente que por todos los medios intenta cumplir con los dictados del colectivero, eso de correrse al interior que hay lugar.

Algunas cosas parecen no cambiar, como la chatura electoral.

Avanzando por las grandes avenidas despobladas de gente, los colectivos realizan siempre el mismo recorrido turístico y así lo saben los colocadores de afiches que quitándole horas a la noche se apresuran a pegar los afiches políticos que, como las mariposas, solo durarán hasta el otro día, hasta que nuevos grupos de pegadores vuelvan a poner en funcionamiento la secuencia fordista de colocación de afiches: uno viene y despega los restos de carteles y afiches del día anterior, otro coloca el engrudo que chorrea las veredas, el tercero toma un afiche y comienza a pegarlo mientras un cuarto habla con un quinto que se ha quedado campaneando que "no venga la contra".

La secuencia se repite una y otra vez con velocidad de rayo y talento de pintor de brocha gorda.

Quizás sea el aburrimiento el que nos hace leer, mirando por las ventanas, esquivando las miradas de los otros, pasajeros del mismo colectivo, que a las 6 y pico de la mañana pueden tornarse verdaderamente molestas.

Mientras las neuronas intentan despertarse las unas a las otras e inútilmente buscan repasar las tareas programadas para el día, los ojos descifran lo que los carteles dicen: nada.

O bien mucho, depende de cómo se haga la lectura.

Así aparecen ante nuestras retinas las caras de nuestros candidatos, "nuestros representantes" que, gracias a las nuevas tecnologías y transformados en photoshopdependientes, nos muestran rostros retocados, rejuvenecidos, mejorados sin necesidad de colágeno ni bótox.

Bielsa, Rossi, Barletta, Binner, Fassino, Tessio, Cachi Martínez, Balbarrey se suceden en una larga secuencia de slogans de campaña.

Desde un cartel Bielsa pone cara de saber mucho y nos dice que "para seguir creciendo" hay que votarlo a él.

En una ciudad en la que ocurren casi dos asesinatos por día y que tiene los más altos índices de pobreza e indigencia, Agustín Rossi nos insta a votarlo diciéndonos que si ponemos el voto es "para que la gente crezca como crece la provincia" y lo dice sin ponerse colorado, sin que se le note la mínima cuota de vergüenza por pertenecer, junto a Bielsa y Balbarrey al partido que gobierna la provincia, y la ciudad, desde hace 24 años.

Mientras el colectivo avanza hacia la zona céntrica, el movimiento cada vez se hace más notorio y ni siquiera los semáforos pueden contener la marea de gente que concurre a sus trabajos.

Los carteles mojados todavía por el rocío de estos días de humedad constante y por el engrudo recién puesto nos siguen ofreciendo el menú electoral, que en una patética inversión de la cadena alimenticia, no es el que comeremos con fruición, sino el que promete devorarnos una vez más.

Una señora se indigna, mirando por la ventanilla, cuando alcanza a adivinar la cara de nuestro intendente Balbarrey que mirándonos a los ojos nos dice "con más fuerza", sin aclarar si se refiere al agua que nos inunda una y otra vez.

El dúo socialista-radical Binner-Tessio continúa con su bajo perfil y sólo nos dice "buenos tiempos" y aún sin aclararnos lo que vieron en el Weather channel nos dan mucha más esperanza que nuestro rector de la universidad y candidato a intendente que sólo nos dice Binner-Barletta, sin aclararnos cual es cual en una foto inexpresiva.

El colectivo sigue avanzando y se acerca peligrosamente a los lugares de trabajo, la zona céntrica y el centro cívico. Los minutos transcurren y las puertas del colectivo se abren una y otra vez para escupir gente que será devorada por los grises edificios en otra secuencia cuasi fordista que seguramente se repetirá una y otra vez, aún cuando hayan pasado estas elecciones primarias.

Con la velocidad a la que parecen ocurrir las cosas en estas épocas posmodernas, los carteles, los rostros de los políticos y los mensajes vacíos son olvidados por completo, los trabajadores se preparan para una nueva jornada laboral y los pegadores de carteles se van a descansar agotados por los preparativos que, en boca de nuestros políticos, será una "nueva fiesta de la democracia".


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